26 abril, 2006

EL 33

El artículo 33 de la Constitución mexicana es simplemente genial, todos los mexicanos lo conocen y se sienten capacitados para aplicarlo de manera fulgurante (aunque el artículo deja claro que sólo el Ejecutivo puede hacerlo). Por favor, tomar unos segundos de vuestro tiempo y leerlo, os lo pongo a continuación:

“ART. 33.- Son extranjeros los que no posean las calidades determinadas en el artículo 30. Tienen derecho a las garantías que otorga el capítulo I, título primero, de la presente Constitución; pero el Ejecutivo de la Unión tendrá la facultad exclusiva de hacer abandonar el territorio nacional, inmediatamente y sin necesidad de juicio previo, a todo extranjero cuya permanencia juzgue conveniente.
Los extranjeros no podrán, de ninguna manera, inmiscuirse en los asuntos políticos del país”

A mi un taxista del D.F. me amenazó con aplicármelo y me dejó tirado en medio de la ciudad porque, con mi enorme bocaza, le dije que había ido a una manifestación en contra de la subida del precio del transporte público, el se indignó muchísimo y nos acusó a los españoles de metiches. Además te lo pueden aplicar sin juicio previo y sin pruebas. En cierta forma es comprensible esta paranoia mexicana porque a lo largo de su historia independiente tienen muchos ejemplos de intervención extranjera en sus asuntos y por la fuerza. En todo esto, llegó un iluminado a México, José María Aznar fue invitado a una conferencia para hablar sobre la política hidrológica en el mundo, pero este expresidente con visión global no pudo aguantarse las ganas de afirmar (sin que nadie se lo pidiera) que el mejor candidato para presidente mexicano era el del PAN, Felipe Calderón, motivo por el cual tuvo que abandonar el país entre una fuerte polémica (la oposición quería aplicarle el 33 pero, afortunadamente para este cruzado de la derecha, sólo el gobierno del PAN podía aplicárselo).

22 abril, 2006

MÉXICO

Desgraciadamente no me traje a México el cable de la cámara necesario para descargar las fotos tan increibles que he hecho en estos últimos días. Así que no me queda otra opción que tratar de verbalizar unas sensaciones que hubieran quedado muy claras con una sola imagen. Hay varias cosas que yo intuí de Nueva España durante mi larga estancia de hace un año que esta vez han sido ampliamente reafirmadas. La primera es la absoluta pasión que todos los novohispanos sienten por la comida, de verdad que es algo increible, se pasan el día botaneando (comiendo entre horas) todo tipo de caprichitos con nombres impronunciables (cebiche, tejuino, tamales, salchipapas, chicharro, nieves, raspados, tacos o quesadillas en todas sus variantes, camarones cocinados de mil formas, cocos, mangos, carnitas, dogos....), todo con un inevitable sabor a limón, sal y chile picoso. Acompañado, como no podía ser de otra forma, por chelas, aguas de diversos sabores y tequila del bueno. Su gula llega a tal punto que se ha convertido en una forma de ocio, salen a comer cierta cosa en cierto sitio, es el consumismo gastronómico llevado a un desenfreno tal que uno no puede sentarse cinco minutos en una playa o en una plaza sin que no aparezca un vendedor de panes dulces o de helados tentándole. Yo, que no he dudado en sumergirme en esta cultura gastronómica, debo decir que he tirado 6 semanas de gimnasio a la basura y me ha salido en 20 días una pedazo de tripa que os aseguro que nunca antes había tenido (tanto es así que no me la creo y dudo si no será consecuencia de algún virus tropical). Una cosa está clara, debo volver a la triada mediteranea o sospecho que acabaré perdiendo mi escultural figura, muerto de un paro cardiaco.
La segunda cosa que he reafirmado es que el pacífico es un mar bastante cabronazo, tiene tanta fuerza que, si se me permite la expresión, dudo que alguien pueda echar una meadita agusto en su interior, te lleva y te trae como si fueras una pluma movida por el viento, sin voluntad. Por otro lado, su atardecer es una de las cosas más hermosas que he visto en mi vida (que me perdonen Serrat y mi querido Mediterraneo) pero de esto, dejaré suficiente prueba en cuanto pueda colgar mis fotos.

05 abril, 2006

CHAMBAO Y TEQUILA

En medio de un mar verde de magueyes se esconde una preciosa ciudad que entre sus calles y plazas coloniales sabe transmitir el sabor de una buena destilación mexicana y el olor a unos tacos bien enchilosos. En la ciudad de Tequila, en la hacienda de José Cuervo, se celebra un año más el Festival del Maguey, y este año el grupo invitado es Chambao. Vecinos jóvenes y mayores se dirigen al auditorio esperando asistir a un espectáculo de flamenco con baile. Chambao empieza actuar ante la sorpresa de algunos y el entusiasmo de muchos. Desde España al corazón de México, el concierto es magistral, ya no existen rencores ancestrales sino pasión y entrega, mestizaje cultural y margaritas. El virrey, al lado de su reina, asiste encantado al espectáculo, cuando todo va a terminar se oye un grito desde su asiento ¡La de "déjate llevar"! ¡Tocar la de "déjate llevar"! (el nombre de la canción es “ahí estás tu” por lo que nadie entiende muy bien la petición), su vozarrón irrumpe en la tranquila noche de Jalisco hasta que, en la última canción de la noche, el grupo accede a los deseos del representante imperial. La noche ha sido perfecta y, bajo un cielo cubierto de estrellas y una luna imposible en Europa, el virrey vuelve a su palacio, donde Tino, el más puro ejemplo de mexicano vividor, espera para ir a cenar unos tacos.

LA VIDA Y EL SUDOKU

Los viajes largos y las horas perdidas en aeropuertos son oportunidades únicas para comerse la cabeza. Yo, a las 2 de la mañana de Toluca, llegué a la siguiente conclusión:
La vida es como el Sudoku, hay momentos en los que parece imposible encontrar una respuesta a los problemas, una salida oculta, pero si uno tiene paciencia y es constante, siempre se encuentra.