19 septiembre, 2008

EL VIRREY EN CATALUÑA

La semana pasada estuve en Gerona durante la diada y pude observar como viven los catalanes este día. La sensación que me dio, al margen de argumentos a favor o en contra de que Cataluña sea una nación, es que la mayoría de sus ciudadanos así lo sienten, todos los edificios lucían colgadas de sus ventanas y balcones señeras catalanas y muchos llevaban en la parte trasera de sus coches pegatinas con el burro (símbolo que en la mitología hortera catalana viene a sustituir al toro español). A mi todas las discusiones sobre banderas me parecen una gilipollez y, como historiador, rechazo que la legitimidad de los estados se apoye en argumentos históricos, un hecho común que siempre conduce a la manipulación interesada del pasado, hoy en día es innegable que Cataluña tiene una lengua y una identidad cultural propias, si eso significa que son una nación y, de serlo, que deben formar un país independiente me parece una debate vacío y anacrónico. Por desgracia, los nacionalistas radicales en vez de utilizar la diada para reivindicar su derecho de autodeterminación pierden el tiempo provocando y faltando al respeto al resto de los españoles, lo que tiene el peligro de producir odio y resentimiento entre los pueblos. Yo creo que en el futuro no existirá un mundo justo mientras imperen los intereses particulares de las naciones y los estados. Hasta que no comprendamos que todos somos iguales no sentiremos realmente empatía por los demás.


Ire y el virrey en los Pirineos

Los señores de Carmona Montón agotados después de aguantarme durante 4 dias

09 septiembre, 2008

JULIO CESAR Y YO.

Estos últimos días me siento tenso y ansioso, estoy frustrado porque las cosas no acaban de salir como a mi me gustaría y la vida me está enseñando que hay que tener paciencia si uno quiere conseguir todos sus deseos. Esta sensación de estar estancado esperando tiempos mejores y el hecho de haber inaugurado la treintena, me ha recordado una de mis anécdotas preferidas de la Historia. Suetonio y Plutarco recuerdan en sus biografías de Julio Cesar cómo este, a la edad de treinta años y desempeñando el cargo de cuestor para el que había sido elegido en la provincia de la Hispania Ulterior (actualmente la zona sur de España colindante con Portugal): “al recorrer las asambleas de esta provincia, para administrar justicia por delegación del pretor, al llegar a Cádiz, viendo cerca de un templo de Hércules la estatua de Alejandro Magno, suspiró profundamente como lamentando su inacción; y censurando no haber realizado todavía nada digno a la misma edad en que Alejandro ya había conquistado el mundo, dimitió en seguida de su cargo para regresar a Roma y aguardar en ella la oportunidad de grandes acontecimientos". (Suetonio, "Vida de Julio César", VII).
Plutarco narra esta leyenda sobre Julio Cesar de manera más literaria, haciendo alusión a las lágrimas que teñirían de dramatismo el mito:
"Se ha dicho que en otra ocasión, cuando libre de los negocios en España, después de leer algunas partes de la historia de Alejandro, él se sentó un gran rato muy meditabundo, al final rompió en lágrimas. Sus amigos estaban sorprendidos, y le preguntaron la razón de ello. '¿Piensas', dijo él, 'que yo no tengo causa para llorar, cuando considero que Alejandro a mi edad había conquistado tantas naciones, y yo en este tiempo no he hecho nada que sea tan memorable?" (Plutarco, "Julio César", XI).

La rendición de Vercingetórix por Lionel N. Royer, el momento de mayor gloria de Cesar y donde quizás volviese a acariciar la idea de emular a su admirado Alejandro Magno.

Posdata: las citas las he sacado del blog: http://curistoria.blogspot.com