23 octubre, 2009

RESUMEN DE EXPERIENCIAS

Mientras espero en Londres el avión que me lleve de nuevo a México me he propuesto hacer un balance de mis últimas cinco semanas en España y, de esta forma, retomar un blog que últimamente he tenido un poco abandonado. Sin embargo, no me resulta fácil resumir todo lo que me ha pasado durante estos días, han sido muchas cosas, todas muy intensas y algunas demasiado personales para escribirlas aquí (efectivamente, aunque no lo creáis, el virrey es un tipo discreto).
Mi llegada marcó la dinámica de lo que sería el resto de mi estancia en España. Al segundo día en Madrid y después de una noche de fiesta casi salvaje con gringas incluidas, nació mi segundo sobrino por la mañana y acudí como testigo a una boda por la tarde. Tuve lo que se dice una jornada completa. Yo había presentado a los novios que se casaban, así que me tocó decir unas palabras en plan monologo del club de la comedia al final del banquete. Al principio no me apetecía mucho hablar, me parecía una cosa de yankis, pero después de unos vinitos todo fue mucho más fácil, me solté y quizá me pasé un poco metiéndome con el novio. Afortunadamente Carlos resulto más comprensivo de lo que esperaba y se lo tomó todo muy bien.
El fin de semana siguiente fue el que yo he denominado como “finde de los machos alfa”, tres días de hombres solos que pasamos emborrachándonos, apostándonos el dinero al póquer y midiendo nuestra hombría a través de nuestra habilidad con la play y la wii. Se que habrá gente que piense que el pasarse tres días encerrado en una casa es un plan de mierda pero el objetivo era compartir el tiempo con los amigos y no el hacernos fotos. Al final lo pasamos genial y el único punto negativo fue comprobar el progresivo amariconamiento del Yonko ennoviado, el cual le ha conducido a cosas tan extrañas hace unos años como preocuparse por no molestar a los vecinos o por recoger la casa ¡ver para creer!
El tercer fin de semana fue el de mi viaje a Gerona para visitar a los Carmona-Montón. Durante los cuatro días que permanecí en la Cataluña profunda, al margen de sufrir una vez más como las hormonas nublan la mente de mi amigo Carmona, tengo que reconocer que estuve muy a gusto. El sábado fuimos al museo Dalí en Figueras, que fue diseñado por el artista y que me pareció muy original, sobre todo los huevos enormes de la fachada o el desorden del interior. El domingo fue el mejor día, por la mañana me sorprendieron llevándome al poblado ibérico de Ullastret, del que, para hacer honor a la verdad, debo decir que sólo se conservan las bases de los edificios, sin embargo, a mi me hizo mucha ilusión visitar un lugar del que había leído tanto durante la carrera. Además, como siempre digo, creo que, independientemente de que te guste el yacimiento o no, visitar estos sitios es una buena excusa para pasear por el campo y respirar aire puro. Después de esto, el pueblo donde comimos, Peratallada, me decepcionó un poco, pero el vino de la comida animó la cosa y nos divertimos mucho.
La semana siguiente fue la de mi Congreso en Salamanca, no todo iba a ser cachondeo en la vida del virrey, aunque bueno, pensándolo bien, esta semana también tuvo bastante cachondeo. Todo congreso esta formado, en mi opinión, por dos facetas: una académica, donde se presentan y discuten los trabajos de los ponentes y comunicantes, y otra de relaciones personales entre los participantes y organizadores. La verdad es que la cosa estaba tan bien montada (todos comíamos, cenábamos y dormíamos juntos) que al final acabamos haciendo migas. Lo más relevante fue que la última noche, un profesor inglés y yo nos agarramos un pedo con una botella de licor de hierbas que pudo terminar en un conflicto diplomático. La cosa empezó con disputas de historiadores, queríamos brindar por batallas en la que hubiéramos luchado españoles y británicos juntos pero, ante la escasez de estos acontecimientos, llegamos a la conclusión de que nos hemos estado dando de hostias desde que el mundo es mundo, en este conflictivo contexto no tardó en aflorar el orgullo patrio de los presentes. Por supuesto yo no pude por más que reclamar Gibraltar y acabé retando a un duelo de espadas o pistolas a mi archienemigo británico, aunque, como le dije, no me fiaba de darle la espalda a un inglés. Afortunadamente la sangre no corrió aquella alborotada noche salmantina y todos volvimos sanos y salvos a nuestras camas.
La siguiente semana fui en tren a Sevilla a entrevistarme con el director de la rama de historia del CSIC, la entrevista no tuvo unos resultados muy espectaculares pero a mi me mereció la pena el viaje por la visita al Archivo de Indias, la meca de cualquier historiador de América que se precie y donde de verdad sientes como la piel se te pone de gallina cuando el archivero te trae un documento.
Mi periplo por la madre patria se cerró con la visita a mí idolatrada Segóbriga, con su comida de rigor en Chinchón, y mi viaje a Trujillo, tierra de conquistadores donde las haya.
Seguro que se me han olvidado un montón de cosas y de detalles pero no quiero enrollarme más contando mi vida. En las próximas entradas prometo volver a escribir sobre temas más transcendentales para el mundo.