26 junio, 2009

GRANDES CALAMIDADES

Menuda semana de noticiones: primero pierde España contra EE. UU. en la Copa Confederaciones ¡menuda vergüenza! ¡Si en ese país sólo juegan al soccer bien las mujeres! Y por si eso fuera poco, hoy se ha muerto Michael Jackson ¡Que gran desgracia! Como diría Nerón: ¡Que gran artista muere con él! A mi ahora las únicas dudas que me quedan son saber si se aparecerá por las noches a los niños arrebatándole el sitio al monstruo del armario y, de hacerlo, de qué color será su espíritu. Así que, ante semejantes acontecimientos, el hecho de que el Virrey haya pasado del sofá cama de casa de su madre a alquilar un apartamento en la ciudad de México resulta poco relevante. Aun así, para mi es de la mayor importancia, la casa está muy bien, tiene de todo y me sobra una habitación por si alguien se anima a visitarme. Además, como todo hombre maduro y responsable de mi generación, tengo una asistenta que viene a limpiar y a planchar todas las semanas. Si viviéramos en el siglo XVI me saldría gratis pero bueno, no me quejo. Por lo demás, todo bien por la Nueva España, el próximo día 5 de julio hay elecciones a diputados y yo las estoy siguiendo con curiosidad. Lo que más me ha llamado la atención es que el principal eslogan del Partido Verde no hace referencia al desarrollo sostenible sino que es: “pena de muerte para asesinos y secuestradores”, lo que unido a la perdida de propuestas del partido de López Obrador, nos lleva a la conclusión de que en México no hay una izquierda seria y moderna (espero que mis lectores de derechas no aprovechen esto último para descalificar a la izquierda en general). En fin, que entre huracanes y virus invisibles la vida sigue de manera muy normal en México, y yo mientras me voy a Guadalajara de fiesta.

22 junio, 2009

REFLEXIONES EN CIUDAD DE MÉXICO

La vida está compuesta por pequeños momentos, algunos malos y otros buenos, por desgracia le concedemos más importancia a los primeros y no valoramos suficiente los segundos, puede que sea debido a que a menudo consideramos la felicidad como un fin en vez de hacerlo como un medio para disfrutar de la existencia. Cuando pensamos en la vida, lo hacemos tratando de imaginarla en su conjunto, en toda su amplitud, pero creo que resulta más útil fijarse en un solo momento, uno que en primer término nos parezca insignificante e intrascendente, de esa forma resulta más fácil descubrir el sentido de cada pequeña cosa, la belleza de cada detalle, y comprender así el valor de cada instante.
Sentado placidamente en un café de la ciudad de México, leyendo el periódico mientras espero a que escampe, sin prisas ni agitaciones vitales, parece como si el tiempo se hubiera detenido. Levanto la cabeza de vez en cuando y veo a través del cristal como la lluvia cae con una fuerza portentosa, obligando a la gente a interrumpir su camino para refugiarse donde puede. No deja de sorprenderme el clima de México, calor estival hasta las cuatro o cinco de la tarde y lluvias torrenciales a partir de esa hora, curioso contraste y una bonita metáfora de la cultura y la sociedad mexicana, dominada por los extremos.
Poco a poco voy descubriendo los secretos de esta ciudad, no me gustan las multitudes pero es una ciudad hermosa y acogedora. No conozco aun a nadie en el DF, me paso la mayoría del tiempo solo y sin hablar más que lo imprescindible, pero esta situación, lejos de parecerme una condena, la considero como una oportunidad. Durante algún tiempo he huido de mi mismo, siempre tratando de tener la mente ocupada, de evitar una voz interior que me decía cosas que no me gustaban y que yo trataba de enterrar, pero ahora ha llegado el momento de reconciliarme conmigo mismo. Estoy haciendo lo que me gusta, tengo libertad absoluta y encima me pagan por ello. Todo es cuestión de actitud y nuestro estado de ánimo depende, antes que de las cosas que nos suceden, de la actitud que tenemos ante ellas, por eso yo no estoy dispuesto a recluirme en angustias existenciales o melancólicas. Claro que echo de menos una buena conversación o la complicidad con la gente que me conoce, pero estoy seguro que eso volverá en algún momento, mientras tanto, la vida es un pastel que hay que comerse a bocados, aunque sea a solas.

10 junio, 2009

LISBOA

Hace una semana estuve haciendo una entrevista de trabajo en Lisboa y parece que en el futuro voy a tener la suerte de visitar asiduamente Portugal. La gente que me conoce sabe que Lisboa es mi ciudad favorita, me encantan sus calles, sus edificios, sus cafeterías, su gente, el tajo… Me gusta tanto que durante mi última visita me salió la vena artística y me puse a hacer fotos. Aquí os pongo alguna:

Si, lo se, soy un fotografo de la leche

El alma de Lisboa, sus calles, sus tranvías, el castillo de San Jorge...

El dia que comí croquetas de bacalao a las orillas del tajo

Mi anfitriona, Marga. Me alojó en una buhardilla del siglo XVIII con una ventana en el techo por la que se podían ver las estrellas por la noche pero que por la mañana dejaba pasar un chorro de luz que no había quien durmiese.

Mi sueño es vivir en una ciudad con mar. Tengo la sensación de que este tipo de ciudades tienen un ritmo más tranquilo, incluso más alegre. Los espacios abiertos relajan y la gente es más amable.

05 junio, 2009

MI MINUTO DE GLORIA

Ayer tuve mi minuto de gloria, recogí el Premio María Isidra de Guzmán, me entrevistaron para la radio, firme un montón de libros y pronuncié un discurso. De momento no tengo ni el video que me hizo mi prima ni las fotos de Almu (que como es tan tocapelotas me las hizo todas con el cuadro del rey detrás), mientras tanto os trascribo el discurso que pronuncié para que los que no estuvisteis os hagáis una idea de la emoción que se vivió:

Cuando me dijeron que tendría que prepararme unas palabras sobre mi investigación para pronunciar el día que recogiese el Premio, me quedé un tiempo pensando en que sería lo mejor que podría decirles hoy. En un primer momento pensé simplemente en pronunciar un pequeño resumen de mi investigación y terminar dedicando el premio a todas las personas que me han ayudado, pero pronto me di cuenta que aquello podría resultarles un poco frío y monótono y que sería más interesante que les explicase cual fue el espíritu de mi investigación, por qué elegí cómo tema el papel de las mujeres españolas en América y qué era lo que pretendía conseguir.
El trabajo que hoy se premia fue muy tesis doctoral y, como afirmo en los agradecimientos de la misma, la elaboración de este libro ha sido la conclusión de un proceso largo que no se reduce a los años de investigación y que se relaciona con el resto de aspectos de mi vida. Por eso, me van a permitir que les hable muy brevemente de mi, porque creo que de esta forma van a entender mejor de qué trata mi trabajo.
Hasta donde puedo recordar, la Historia siempre ha sido mi gran pasión. Tengo una visión muy romántica de la Historia. Para mí, el pasado era un lugar donde dejar correr la imaginación y abstraerte del presente. Un mundo paralelo en el que aun era posible vivir grandes aventuras, hazañas, episodios de valor, de cobardía, de amor, de traición. Y dentro del conjunto de la Historia, la época que siempre me gustó más fue la de la conquista de América ¿Qué mejor momento que este para imaginarse hazañas épicas? Fue por este motivo por el que decidí marcharme a México para comenzar mi tesis doctoral sobre la historia de América.
Por otro lado, mi pasión por la historia siempre estuvo relacionada con mi preocupación por combatir el olvido y el paso del tiempo. Me obsesionaba recuperar la memoria de todos aquellos millones de personas anónimas que pasaron por el mundo antes que nosotros, que se preocuparon por las mismas cosas y que vivieron con las mismas pasiones con las que vivimos nosotros hoy. Fue por este motivo por lo que me pareció una buena idea elegir a las mujeres como objeto de estudio. Nadie como las mujeres ha sido más ignorada por la historia. Su voz ha permanecido oculta durante años por un telón de indiferencia y menosprecio producto, en primer lugar, de la marginación en la que vivieron en su época y, en segundo, por los prejuicios de los historiadores.
Después de estudiar durante un tiempo la historia de América en general me empecé a preocupar por qué habría sido de todas aquellas españolas que cruzaron el mar en busca de fortuna, de aquellas mujeres que participaron en la conquista, que tuvieron un importante papel en la evangelización de los indígenas, o que, en cada hogar de las nuevas tierras descubiertas, formaban una parte imprescindible de sus familias. Los historiadores que se habían ocupado de las mujeres se centraban en la importante labor que desempeñaron en el ámbito privado pero ¿qué pasaba con el resto de aspectos que afectaban a sus familias? ¿Fueron las mujeres unas meras comparsas, unas espectadoras pasivas de lo que sucedía a su alrededor, o también ellas tuvieron un papel importante en la vida pública de sus ciudades? Esta fue precisamente la pregunta que traté de contestar con mi investigación.
Una vez que empecé mi trabajo en los archivos aprendí que era muy difícil rastrear el paso de las mujeres por la historia, se han conservado pocos documentos escritos directamente por ellas y los cronistas de la época no consideraban importante recoger sus opiniones. Aun así, descubrí que hubo mujeres conquistadoras y encomenderas, mecenas y profesoras, mujeres cortesanas metidas en intrigas políticas, monjas de regla estricta o relajada, nobles de vidas cómodas y también mujeres trabajadoras. En resumen, un conjunto de mujeres muy heterogéneo pero que, sin embargo, compartieron siempre una cosa, ninguna fue ajena a los intereses de sus familias o de su grupo social y tomaron partido en su defensa cuando las circunstancias lo requirieron. Siendo esto así, quedaba plenamente justificada mi intención de incluir a las mujeres en el análisis de cómo los españoles de América dejaron de sentirse españoles para sentirse sólo americanos.
Cuando comparé el modelo teórico que proponían los moralistas para la mujer con la realidad cotidiana de sus vidas, descubrí que existía una gran diferencia. Las fuentes dibujaban un escenario muy alejado de la imagen de mujer recluida y sumisa que en ocasiones se ha tratado de defender por cierta historiografía. Muy al contrario, las mujeres que yo estudiaba aparecían ocupando un lugar imprescindible y constante en la vida pública del reino, jugando un papel secundario pero imprescindible. Una sociedad jerárquica como la del antiguo régimen necesitaba que los grupos privilegiados demostraran públicamente su estatus y, en este contexto, las mujeres de origen español desempeñaron a la perfección su papel dentro del teatro del mundo, apareciendo en fiestas, paseos o ceremonias religiosas con todo el lujo que les fue posible.
Las españolas, además, fueron las responsables de conservar y difundir al otro lado de Atlántico la cultura hispánica y católica de la época, actuando como un puente de unión entre los dos mundos.
Por lo tanto, con mi investigación creo que ha quedado demostrado que la aportación de las mujeres a la sociedad colonial no se redujo al cuidado del hogar, la educación de los hijos, o la labor religiosa, sino que tuvieron un papel fundamental en todos aquellos fenómenos políticos, económicos o culturales que fueron configurándola. Sin embargo, es importante recordar que no lo hicieron en igualdad de condiciones con los hombres sino que su aportación estuvo marcada por la subordinación al varón y el estrecho margen de maniobra que les otorgaba el patriarcado.
Ahora, si me lo permiten, querría aprovechar el hecho de que hoy me encuentro recogiendo un premio de investigación en estudios de género para dedicar este premio a dos personas que, aparte de ser fundamentales en mi vida, llevan años trabajando por las mujeres, una desde el ámbito académico y la otra desde el movimiento asociativo.
En primer lugar, me quiero referir a Pilar Pérez Cantó, historiadora y feminista, que fue una de las pioneras que luchó, en un tiempo difícil como fueron los años 70, por abrir un espacio en las universidades españolas para los estudios de género y que, con esa energía desbordante que imprime a todo lo que hace, ha trabajado siempre por reivindicar la importancia de las mujeres en la historia y su divulgación entre la sociedad. Yo le debo muchas cosas, ella es la que me ha enseñado casi todo lo que sé de historia y es el ejemplo en el que me miro como profesional. Bajo su dirección escribí este libro y una parte de este premio es suyo. Gracias Pilar.
La segunda persona a la que me quiero referir es, sin duda, la que más admiro y a la que tengo que agradecer más cosas. Mi madre, Mercedes Zapatero, como muchas otras personas que nacieron en España en los años cuarenta, no tuvo la suerte de recibir una educación secundaria. A ella le hubiera gustado ser maestra pero tuvo que conformarse con ser ama de casa y dedicarse a criar a sus hijos, que, en mi caso, le he dado bastante trabajo. Sin embargo, mi madre conservó sus inquietudes y, cuando tuvo oportunidad, las dejó salir: se puso a estudiar con 50 años y desde hace 13 dirige una asociación de mujeres separadas y divorciadas, donde trabaja de manera solidaria y desinteresada por ayudar a sus semejantes en los problemas diarios. Mi madre es una persona especial, generosa y trabajadora. Sin su apoyo, sin sus ánimos, sin su cariño, yo no estaría aquí. Gracias mama.
Ya para terminar, no se cuando voy a volver a ganar un premio así que tengo que aprovechar, quiero agradecer a mi hermano que haya estado siempre a mi lado, al principio casi como un padre y ahora como el mejor de los amigos. Y a mi familia y amigos por venir a acompañarme en este día tan importante.
Gracias, por último, al Ayuntamiento de Alcalá de Henares y a los miembros del tribunal por confiar en mí.
Muchas gracias.