27 agosto, 2010

PATRIOTERISMOS VACUOS

Ya van muchas veces que mis amigos me echan en cara que, según ellos, yo reniego de España, crítica que yo no comparto. La última ocasión ha sido con motivo de mi última entrada, pongo el comentario de mi amigo y mi respuesta, que cada uno saque sus propias conclusiones:

“yo creo que el mejor nacionalismo es el de enarbolar con máximo orgullo la bandera del "pais que te paga" desdeñando y menospreciando las costumbres de tu pais de nacimiento y que te permitio una educacion asequible para que luego puedan aprovecharlo otros, de la que muestras muy leve agradecimiento. tu te echas siesta? pues entonces seras mas o menos español, digas lo que digas vendido chilango-portuñol, asi que no me cabrees....
¿no Sr Maikel?...

Sr Castor”

Mira señor Caste, te lo voy a explicar de manera sencilla para que lo entiendas. Existe un concepto en política que se denomina “ciudadanía” que yo lo prefiero al de “nacional”, ciudadano es todo aquel individuo que vive dentro de un estado y que como tal tiene una serie de derechos y deberes, como el de pagar impuestos, por ejemplo. Según esta idea, el origen del individuo es indiferente y se basa en la voluntad del individuo de aceptar un determinado contrato social. Lo de las naciones es un rollo tribal que detesto y que ha conducido a la humanidad a guerras y genocidios absurdos.
Aparte de esto, yo considero absurdo definirse por el lugar de nacimiento, una cosa totalmente aleatoria, yo me defino por mis experiencias, por lo tanto, soy un poco español porque, efectivamente, me eduqué ahí, un poco mexicano, porque he madurado como persona allí, y en el futuro seré un poco portugués, porque vivo en Lisboa, ciudad que adoro. Respecto a lo de que soy un vendido, como yo no defino mis lealtades de manera tribal no me afecta el reproche, mi lealtad es hacia la gente que me quiere y sí, por qué no reconocerlo, hacia el que confía en mi trabajo y me paga, lo demás me la suda, incluido Zapatero y su mierda de estado español que nos arroja al exilio laboral. Si quieren mi amor, que se lo ganen, yo no voy a venerar de manera borrega a un país que desprecia la cultura y la historia.
No obstante, como exclamaban creo que los escritores del 98, a mi España me duele, y si me duele es porque me importa, asi que no vengan a taparme la boca con banderas, sigo pensando denunciar la situación de precariedad que se vive en el país.
El virrey chilango-portuñol

20 agosto, 2010

EL AGN

El Archivo General de la Nación de la ciudad de México es, cuando menos, un lugar interesante de conocer. Se trata de una antigua cárcel reconvertida, donde los documentos se amontonan en las antiguas celdas y los investigadores nos dividimos en galerías en función de la época en la que estemos interesados. A mi me resulta divertido todo este travestismo, ver salir los libros como si fueran presos con permiso temporal, hasta que inevitablemente me choco con los habituales problemas que conlleva el adaptar un espacio a unas funciones para las que no fue creado, no cuenta ni con wi-fi, ni con calefacción en la zona donde trabajan los investigadores, ni con cafetería para tomar un café o comer a la mitad de la jornada. Sin embargo, yo llego feliz a mi cita con la historia todos los días, por una de esas casualidades de la vida, han puesto un biombo en el pasillo de entrada y yo lo interpreto como una señal de que mi investigación va ser un éxito.
Como en cualquier edificio oficial de México y al margen de los fastos del supuesto bicentenario de la independencia, el nacionalismo está por todas partes, impregnándolo todo con su aroma putrefacto, y suportar este tufo durante mucho tiempo resulta un poco pesado. Si algo caracteriza el alma insegura de los políticos nacionalistas de todo el mundo es su absoluta convicción en que el tamaño de una bandera es directamente proporcional al patriotismo del que la encargó. Un buen ejemplo de ésto lo encontramos en la plaza de Colón de Madrid, donde la enorme bandera de España que han colocado es tan grande que apenas se la puede ver ondear al viento de manera digna, permaneciendo flácida y caída la mayor parte del tiempo, en una metáfora maravillosa de la impotencia de la España de Zapatero. De la misma forma, lo primero que te llama la atención cuando entras a la sala principal del AGN no es la espectacular cúpula del techo sino una bandera enorme que cubre todo el frente. En mi opinión, no sería necesario reafirmar la mexicanidad del lugar con un símbolo tan exagerado ya que, observando la facha de los guardias de seguridad, a los que les sobran kilos y les faltan neuronas, y las maneras de la mayoría de los archiveros, tipos incompetentes y vagos que hablan a voces en galerías donde sus risas retumban de la misma forma que lo harían dentro de una enorme cueva, uno es perfectamente consciente del país en el que se encuentra.
Lo curioso es que cuando acabas de trabajar y sales de la cárcel, la sensación no es de ganar libertad sino de perderla.





05 agosto, 2010

CRÓNICA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Debajo de un soportal, entre agua y coches que pasan a toda velocidad, esperando a que el aguacero que cae sobre la ciudad de México me de un pequeño respiro y me permita alcanzar el metro, se me ocurre que es raro que no le haya escrito una crónica al DF después de todo el tiempo que llevo pasado en esta ciudad. Quizás este descuido se deba a que ya no me siento un extraño en México y he perdido la frescura que proporciona al escritor extranjero la novedad, toda crónica necesita de una mirada ajena que se sorprende y yo poco a poco me he mimetizado tanto con los mexicanos que lo que antes me llamaba la atención ahora lo veo con normalidad. Aun así, no puedo evitar comparar el DF con otras ciudades mexicanas como Guadalajara o con mi querida Lisboa y las diferencias salen a flote como corchos en el mar. En primer lugar, debo recordar las palabras que me dijo hace un año mi amiga Izaskun, una vasca risueña y decidida que siempre cuenta cosas interesantes, algo así como que el df era la ciudad más dura para vivir que conocía, en aquel momento no entendí muy bien aquel juicio pero con el tiempo doy fe de que comparto esta opinión al cien por cien.
La ciudad de México es una urbe enorme de 21 millones de habitantes, donde las distancias y el tráfico convierten en un martirio cualquier desplazamiento, lo que al final conlleva que los amigos o familiares no se vean tanto como les gustaría por la pereza que les da moverse. Además, a pesar de que a mi el centro histórico me parece muy bonito y de que existen algunas islas verdes en el paisaje de la ciudad como Chapultepec, en general el paisaje urbano es muy agresivo, con asfalto y ladrillos por todas partes, carreteras de dos alturas como el periférico, aceras por las que apenas tienes espacio para caminar por los numerosos puestos irregulares con venta de piratería o cachivaches de todo tipo, o calles por las que nunca se puede cruzar porque ningún coche respeta la prioridad de los peatones.
Yo voy todos los días al Archivo General de la Nación, una antigua cárcel reinsertada a la sociedad, y tardo una hora en llegar. El transporte público del df funciona bien pero contribuye a la sensación general de que te encuentras en una ciudad difícil, normalmente siempre va lleno y tienes que ir apretado, luchando por un pequeño espacio, lo cual se agrava en la época de lluvias donde se convierte en agobiante, además existen autobuses y vagones del metro exclusivos para mujeres porque algunos desaprensivo aprovechan las estrecheces para meter mano, lo cual demuestra que el mundo está muy mal repartido porque a mi aun no me han tocado el culo a pesar de mi buena disposición. De todas formas, lo bueno es que nunca te aburres porque cada cinco minutos entra alguien en el vagón a intentar venderte algo, en algunos casos llevan equipos de música en una mochila colgada en sus espaldas y ponen la música tan alta que no puedes hacer otra cosa que fijar tu atención en ellos, puro marketing mexicano.
Cuando viajo, me gusta observar a la cara de la gente en el metro o los peseros (microbuses atestados de gente y en los que no entro de pie), allí va el México humilde, el de la emigración campo ciudad, el verdaderamente mestizo, mientras que en las furgonetas y coches de gran cilindrada que ves por la calle, abundan los rostros claros de la gente más acomodada y que suele evitar el transporte público por principio.
Pero lo sorprendente del DF, el milagro de este lugar, es como a pesar de lo duro y estresante que puede parecer vivir en esta ciudad, la gente conserva un excelente sentido del humor, es amable, educada y, por lo general, muy tranquila. Los tapatios siempre acusan al df de ser una ciudad de rateros, y es verdad que puede resultar muy peligroso y el novato debe andarse con cuidado, pero esta es una afirmación tremendamente injusta, la mayoría de los chilangos son gente muy trabajadora y honrada, pero como siempre digo, el uno por ciento de cabrones del df, con tanta gente, es un montón de cabrones. Por lo demás, la ciudad de México tiene algunos rincones increibles y conserva todas las cosas buenas de cualquier capital del mundo, con una oferta cultural difícil de igualar, y las mejores de México, los tianguis, la comida, el tequila...
No se, después de todo, yo le tengo mucho cariño al Df y a los chilangos, y es que, en mi opinión, a esta ciudad no se la quiere con los sentidos sino con el corazón.



Lo mejor del DF, los chilangos