Me gustaría no oír
hablar nunca más del “problema” catalán en todas sus variantes, ni la del machacón
victimismo nacionalista ni la del arrogante autoritarismo español. Preferiría
que las personas se preocupasen más por los problemas reales de las sociedades
en las que les ha tocado vivir y menos por definir quirúrgicamente lo que nos
une y lo que nos separa. Por desgracia, hoy no se habla de otra cosa que no sea
de la que están liando en Cataluña los independentistas. Si tenemos en cuenta
que eso era exactamente lo que ellos querían, se podría decir que ya han
ganado, voten o no. Lo que falta es saber el tamaño de la victoria, si se
quedarán con las poco novedosas fotografías de policías reprimiendo a
manifestantes o si conseguirán la tan codiciada versión catalana de Tiananmen. A
mí me resulta curioso que tanto fachas como independentistas radicales tengan
sueños húmedos con tanques, en el primero de los casos, bombardean el palacio
de la Generalitat, y en el segundo, ofrecen la posibilidad de sacrificarse como
mártires de la patria catalana.
Ya he escrito
muchas veces en este blog que, como persona de izquierdas que me considero,
respeto todas las culturas pero no creo en las naciones y, por tanto, tampoco
en los estados nación. No obstante, estoy de acuerdo con Thomas Hobbes en que
el hombre es un lobo para el hombre y que es necesario un contrato social para
que no nos acabemos matando unos a otros. También creo, como John Locke, en el
derecho que tienen los hombres a rebelarse contra un gobierno injusto, el
problema es qué consideramos injusto y cómo nos rebelamos. Sobre el tema de
Cataluña, pienso que nunca deberíamos haber llegado a este punto de
confrontación, la culpa es de las dos partes, que se han negado a dialogar y a
llegar a acuerdos. Recuerdo que se supone que los políticos deberían estar para
solucionar problemas, no para crearlos. Si no son capaces de hacer su función,
es mejor no tenerlos.
Los solemnes
argumentos que presentan unos y otros para defender sus respectivas causas me
aburren o me indignan, depende del día. En primer lugar, como historiador me
gustaría que se dejara a la historia en paz, si Cataluña tiene derecho o no a
independizarse no tiene nada que ver con ella. Buscar motivos en el pasado para
cualquier cosa que se quiera hacer en el presente, en un supuesto pasado que es
convenientemente seleccionado, es una gilipollez. Piensa lo que quieras, pero
deja a la historia en paz.
Sobre el
supuesto derecho a decidir, pues suena muy bien y es muy difícil para alguien
de izquierdas ponerse en contra. Lo que pasa es que, al margen del derecho
nacional e internacional, a mi no me parece que sea algo unilateral. Se trata
de un asunto con graves consecuencias que tiene que regularse para proteger a
todos los afectados por la decisión. Por este motivo, yo soy de los partidarios
de que se haga un referéndum en Cataluña, no me asusta la democracia y la
respeto, aunque me parezca que las masas son fácilmente manipulables. Si la
mayoría de los catalanes quieren tirarse a un pozo, que se tiren, si quieren
ser más pobres culturalmente, que lo sean, es su decisión y hay que aceptarla,
aunque no nos guste. Lo que pasa es que se tiene que decidir con garantías
legales para todos, si no, es una farsa peligrosa que crispa a la gente y puede
llevar a la violencia. El llamamiento a la desobediencia civil es un arma de
doble filo que no se sabe donde puede parar.
Por otra parte,
en mi opinión, PP y PSOE deben ser valientes y entender que las constituciones
se pueden cambiar y los estados no son eternos. En España hay un problema político
porque muchos españoles no quieren formar parte del Estado y eso no se pude
negar, hay que hacer algo para resolver la situación. Si no se ofrecen cauces
democráticos reales para los cambios o no se es sensible con los deseos de esa
parte de la población, también se crea frustración y se anima a la violencia.
Por último, me
asustan mucho las multitudes que enarbolan banderas al viento y cantan el himno
perfectamente organizadas, me recuerdan demasiado a las concentraciones de
masas del fascismo. Eso por no hablar del manido: o piensas como yo o eres un
traidor. Al final, como dije, el Estado es un contrato social y basar un
proyecto de convivencia en raíces nacionalistas no me parece algo admirable ni
original. Yo creo que debe hacerse un referéndum legal y espero que los
catalanes decidan quedarse, pero entiendo que la gente esté harta de la
política española y se ilusione con ideas difusas de prosperidad. No obstante,
viendo la irresponsabilidad con la que se están comportando los políticos
independentistas, dudo que la república catalana vaya ser mucho mejor que la
indeseada España. Aunque, por lo menos, ya no tendrán que pagarle sus vicios a
los reyes.