17 agosto, 2009

NUEVA ESPAÑA ENTRE BRETÓN Y CALAMARO.


"No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo. México es el país más surrealista del mundo"

Esta frase que pronunciara el padre de la poesía surrealista, Andre Bretón, después de su experiencia en el caos de la ciudad de México, resume muy bien mis sensaciones de este fin de semana.
Por suerte, yo no soy una persona introvertida que tenga especiales problemas para conocer gente, sin embargo, el sábado, mis habilidades sociales me llevaron por un camino, cuando menos, extraño. Después de hablar durante un rato con el vendedor de películas piratas que se pone en el tianguis de debajo de mi casa, éste me invitó a que le acompañase por la tarde a la fiesta de inauguración de una tienda de motos de unos amigos. Yo pensé “chelas y tacos gratis, me apunto” y sin más le acompañé. Al principio todo me pareció normal y empecé a relacionarme con la gente hasta que, ante mi asombro, llegó en una furgoneta un cura vestido con su hábito. Rápidamente, las mujeres empezaron a apartar la comida y bebida de la mesa y a improvisar un altar de lo más cutre, con sus flores, velas y hasta el cuadro de un corazón de Jesús. A esas alturas yo ya me imaginaba lo que vendría después, el cura empezó con toda solemnidad a darnos una misa mientras el resto de asistentes le escuchábamos respetuosamente aunque, al mismo tiempo, nos estuviéramos bebiendo nuestras respectivas cervezas. La conclusión de la ceremonia fue increíble, el padre bendijo un jarro con agua y empezó a lanzarla por todos los rincones de la tienda, sobre las motos y, finalmente, sobre los propietarios del negocio. Por último, agarró sus mil pesos de limosna y se largó dejando la sensación de que aquel hubiese sido una especie de androide que actuase de manera mecánica. Yo aun no acababa de recuperarme de la impresión cuando, inmediatamente después de que se marchase el cura, llegó otra furgoneta trayendo a una mujer muy atractiva y con poca ropa. Entonces, la música empezó a sonar a todo volumen y aquella pobre mujer, soportando el frío y la incipiente lluvia de la ciudad, se subió en la parte descubierta de la furgoneta y se puso a bailar para los coches que pasaban. Creo que el objetivo del genio de la publicidad que ideo aquel espectáculo se cumplió de sobra, la gente de los carros se detenía a silbar o decirle cosas a la modelo e, incluso, casi se dan un golpe dos taxistas por quedarse mirando la parte delantera de la tienda ¡impresionante!
Por desgracia, no me quedé a ver como terminaba todo aquello y si a continuación vendrían nuevas sorpresas, había quedado con mis amigos mexicanos y con Gina (esto va por llamarme doctor impar) para tomarme unos tequilas mientras charlábamos tranquilamente.
El domingo, por su parte, ha sido genial, he podido cumplir uno de los sueños de cualquier buen aficionado al fútbol: fui a ver un partido del América al mítico estadio Azteca, ese en el que Maradona se hizo grande y que figura con letras de oro en la memoria colectiva de todos los amantes de este deporte. Fue muy emocionante, cuando entramos mi amigo Gerardo y yo a aquel santuario, no podía dejar de escuchar en mi cabeza la letra de la canción de Calamaro:
Cuando era niño,
y conocí el estadio Azteca,
me quedé duro, me aplastó ver al gigante,
de grande me volvió a pasar lo mismo,
pero ya estaba duro mucho antes
...”
Este día ha sido mi bautismo como americanista y mi apostasía de las chivas. Lo lamento pero, como madridista, me siento mucho más identificado con un equipo con dinero al que odian el resto de aficiones. El partido fue muy malo pero uno se siente conmovido en un estadio con tanta historia. Mientras marchaba de vuelta a casa, con una sonrisa de oreja a oreja, seguía escuchando a Calamaro filosofando:
Dicen que hay,
Dicen que hay,
un mundo de tentaciones,
también hay caramelos
con forma de corazones...
Dicen que hay,
Bueno, malo,
Dicen que hay mas o menos,
Dicen que hay algo que tener,
y no muchos tenemos
...”







13 agosto, 2009

TODO BIEN POR LA NUEVA ESPAÑA

Para todos aquellos que han reclamado más noticias sobre mi vida en las Américas, a continuación les pongo un informe sobre los progresos del Virrey en la capital novohispana:
Si las primeras semanas de estar en México me quejaba de que se me hacía muy duro el hecho de estar siempre solo, debo decir que, para mi sorpresa, ya me he acostumbrado y me encuentro muy bien de ánimo. Lo peor de la soledad es, sin lugar a dudas, el aburrimiento, sobre todo se echa de menos una buena conversación y el humor, no me había dado cuenta de que uno se ríe más cuando está acompañado. Por otro lado, la soledad también tiene cosas buenas, tiempo para uno mismo, para leer o, simplemente, para pensar y conocerse mejor, pero también es una oportunidad para crecer como persona, hacerse más fuerte y aprender a valorar las cosas por uno mismo. No se que tan real o sólida sea esta sensación que estoy experimentando de encontrarme más a gusto conmigo mismo y con el mundo pero, de momento, estoy feliz.
Por otra parte, no todo es soledad en la vida del virrey, de repente, entre la masa de gente que te dice que te va a llamar y que nunca lo hace, ha surgido un grupo de amigos novohispanos con los que estoy encantado. Son gente amable, hospitalaria, simpática e inteligente con los que me lo paso genial los fines de semana, aunque andan un poco encasillados, casi todos son arquitectos. Hace un par de semanas, con motivo de devolverles una invitación y de enseñarles el palacio virreinal, les invité a cenar a mi casa. Supongo que los que me conocéis no daréis crédito ¡el virrey cocinando! Pero en realidad no fue para tanto, mezclé productos de la tierra que compré en un tianguis con jamón y queso español, y yo, en un acto de hermandad con Cataluña, guisé butifarra a la cerveza (os pongo algunas fotos). Lo mejor de mis amigos mexicanos es que me llaman doctor, prueba del respeto que me tienen, no como la panda de capullos de mis amigos españoles que no dejan de ponerme a parir en mi blog (esto es carnaza de la que les gusta y se que van a entrar a degüello en los comentarios, sólo espero que se centren en mi)
Por lo demás, me paso la mayoría del tiempo trabajando y viendo pelis. Para las próximas semanas tengo como objetivo conocer Veracruz e ir a la playa, a Acapulco o Morelia, y es que para leerme un par de libros que me han encargado reseñar lo mismo da estar sentado en una incomoda silla de una biblioteca que tumbado en la hamaca de una playa paradisíaca con un “colo loco” en la mano. Lo siento, privilegios de ser historiador.

Posdata: esto de escribir sobre mi mismo en primera y en tercera persona a la vez creo que me va a producir un trastorno de personalidad, espero que me perdonen los puristas por este atentado/licencia literaria.



06 agosto, 2009

INGENUO POR VOCACIÓN

¿Es la ingenuidad un defecto? Para mi la ingenuidad es una utopía, una utopía humana, y como todas las utopías, creo que es positiva. Existe el prejuicio de pensar que la gente ingenua es algo así como tonta, pobrecitos de los que se aprovechan los más despiertos, personas inocentes que no hacen más que llevarse desengaños. Pues bien, yo creo que el ingenuo aprovecha la vida mucho mejor que el desconfiado. Soy de la opinión de que todas las personas son buenas y que, cuando obran mal, es porque se equivocan. Para mi, la clave está en ser capaces de distinguir lo que está bien de lo que está mal, por eso soy partidario de darles segundas oportunidades a los que se equivocan, porque todos nos equivocamos alguna vez. Es cierto que a veces la gente te decepciona y te duele pero creo, como buen budista, que quien se comporta de manera egoísta o cruel con sus semejantes no es feliz, por lo tanto, no tiene sentido castigarles.
Supongo que en la época en la que vivimos, en la que todo tiene un diagnostico clínico, pronto inventarán un síndrome para definir mi fe irreductible en la bondad del ser humano, algo así como el síndrome del masoquista social, o quizá lo achaquen a algún trauma infantil, aunque yo prefiero las teorías freudianas, que por lo menos tienen sexo de por medio, aún siendo frustrado. Pues bien, dicho todo lo anterior y para mi desgracia, aun se distinguir la realidad de los sueños y no soy tan ingenuo para no darme cuenta de que pensar como pienso es una utopía. Dicen que madurar significa darse cuenta de que hay gente buena y gente mala, que la vida te enseña que hay personas que no valen la pena, hombres y mujeres que viven felices actuando de manera desconsiderada con los que les rodean, que disfrutan haciendo sufrir a los demás o que, simplemente, son incapaces de sentir remordimientos por las cosas que hacen mal. Madurar es, entonces, dejar de creer en las utopías y ver el mundo como un lugar inhóspito. Sin embargo, las matemáticas desacreditan esta teoría. A lo largo de mi vida me he encontrado muchísimas buenas personas y muy pocas malas, es cierto que estas últimas se han aprovechado de mi y me han hecho daño, pero no es menos cierto que, de haber puesto un muro defensivo de desconfianza que me protegiese, quizás me hubiera perdido a otras muchas que sí que merecen la pena o no hubiera tenido la clase de relación significativa que tengo con muchos de mis amigos. Y además ¿no es también una utopía ingenua pensar que uno puede protegerse de las malas personas, que nunca le vamos a dar una segunda oportunidad a quién no se la merece o qué nunca vamos a juzgar erróneamente a los que nos rodean? Yo he tropezado muchas veces con la misma piedra, me acabo topando con gente que se comporta como si no tuviera alma y a la que tiendo la mano una y otra vez sin resultado. Aun así, puestos a elegir, prefiero mi utopía, se vive más relajado.


INGENUO