Mercedes Zapatero, mi madre, es
una más de esas personas anónimas que un día se jubila, después de toda una
vida de esfuerzo y trabajo, y pasa desapercibida para el resto de la gente. Y
es precisamente el hecho de no ser diferente a millones de españoles lo que la
hace especial. Si mi madre es desconocida para la opinión pública es porque se
dedicó a una cosa tan poco original como trabajar por un sueldo escaso, y
además lo hizo de manera honrada, como la gran mayoría.
Hoy esto está muy mal visto, eso
de trabajar como un burro para acabar con poco dinero ahorrado y una pensión
baja no tiene ningún glamur, casi te quedas con cara de tonto o inspiras pena
en los demás. La moda es especular con el dinero de los otros y si se puede
robar o defraudar al estado, mucho mejor. Además se busca evitar las leyes o la
mejor manera de no cumplirlas y salir impune. Nuestros banqueros, políticos e
incluso la familia real nos enseñan que no hay nada como amasar fortunas con el
mínimo esfuerzo y hacer ostentación de ello, para que se note que tú eres muy
listo y los demás que se dedican a trabajar y pagar impuestos son muy tontos.
Pero bueno, puesto que los listos
no pagan impuestos, habrá que agradecer al resto de contribuyentes nuestro
sistema de salud y de educación gratuitos, por lo menos hasta que se lo carguen
los que tienen dinero para pagar esos servicios a privados.
Por otra parte, mi madre forma
parte de otro grupo anónimo y poco original, el de aquellas madres trabajadoras
que después de divorciarse tienen que cuidar a sus hijos solas y trabajar como
burras para poder mantenerlos. Hoy que también está tan de moda la austeridad y
los recortes del gasto público habría que decirles a nuestros políticos que
estas mujeres llevan aplicándolos a sus vidas desde hace décadas. La diferencia
se encuentra en que en este caso la política del ahorro tiene algún sentido, el
que a sus hijos no les faltase de nada. Y por si todo esto fuera poco, la
mayoría de estas mujeres no tuvo acceso a una educación superior ni cuentan con
negocios, así que tuvieron que dedicarse a trabajos duros y mal pagados que no
les gustaban. Pero lo hicieron sin rechistar y ahora tienen que soportar todos
los días la manida frase de que “vivimos por encima de nuestras posibilidades”,
ellas que vivían con lo mínimo mientras otros se hacían ricos gracias al sudor
de las masas.
Después de décadas de trabajo
sería bonito que a uno cuando se jubila el estado le mandara una carta
agradeciéndole los servicios prestados al país pero es mejor no esperar algo
así, lo más probable es que suceda lo contrario y alguno de nuestros políticos
haga algún comentario mezquino refiriéndose a los mayores como una carga
insostenible. Si esto no es posible, por lo menos estas personas anónimas se
merecen el agradecimiento eterno de aquellos a quienes con su trabajo les
dieron una oportunidad en la vida, sus hijos:
Gracias mama por tu amor y tu dedicación
El Virrey
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