15 septiembre, 2009

GORDINFLAS SEGUNDO DE ESPAÑA

El sábado 12 de septiembre de 2009 por la mañana ha nacido mi segundo sobrino, Álvaro Baena Gómez, y por lo visto es bastante guapo ya que todo el mundo dice que se parece a mi. Yo me encuentro muy feliz y me siento muy identificado con el recién nacido, se trata del segundo hijo varón cuando la mayoría esperaba una niña para completar la parejita. Así que estoy dispuesto a quererle mucho y a apoyarle en sus disputas con el hermano mayor.

05 septiembre, 2009

EL PRIMER GUANTÁNAMO.

Durante mi estancia de este verano en México me he dedicado a estudiar el papel de las mujeres en la guerra de independencia o, como yo prefiero llamarlo, en la “traición criolla” a la Corona. A lo largo de mi investigación descubrí una cosa que me llamó mucho la atención por su actualidad ya que, en mi opinión, tiene algún parecido con el oasis jurídico de Guantánamo. Se trata de las medidas tomadas por Agustín de Iturbide, entonces general realista y posteriormente padre de la independencia de México, el cual estaba convencido de que los vecinos de Pénjamo (Guanajuato) y otros pueblos de alrededor colaboraban con la causa rebelde, por lo que decidió tomar como rehenes a las esposas de los insurgentes con objeto de obligar a éstos a que se acogiesen al indulto promulgado por el virrey e impedir que recibieran ayuda de las poblaciones locales.
Iturbide promulgó un decreto por el que se establecía que las mujeres y familiares de los rebeldes de la intendencia de Guanajuato deberían reunirse con ellos en el plazo de tres días o, de lo contrario, serían detenidas y conducidas a las casas de Recogidas. Esta decisión dio como resultado situaciones tan absurdas como la de doña Mariana Vega, cuñada del Padre don José Antonio Torres, y doña Dolores y doña Francisca, hermanas del mismo, que primero fueron obligadas a unirse a los insurgentes y después juzgadas por encontrarse a su lado. Entre las que fueron detenidas y obligadas a desplazarse hasta Guanajuato, María Briviesca y Francisca Uribe se quejaban de haber sido conducidas y tratadas como si fueran “una piara de cerdos”.
Con esta decisión, Iturbide pretendía dificultar las acciones de los rebeldes, al obligarlos a cargar con civiles, y favorecer la organización de la contrainsurgencia en los pueblos. Siendo esto así, se entiende que las detenciones no fueron sólo encaminadas a conseguir el indulto de los agavillados sino que el plan de los mandos realistas era el desmantelamiento de las bases de apoyo que los habitantes de los pueblos proporcionaban a los insurgentes, en especial las mujeres que se quedaban en sus casas.
Cuando los rebeldes reaccionaron con violencia a esta media, Iturbide respondió amenazando con fusilar a las mujeres en el caso de que se volviera a quemar alguna hacienda o a asesinar a algún arriero partidario de los realistas y colgar sus cabezas en el sitio donde se hubiera cometido el delito. Si bien no se ha registrado ningún caso de mujer ejecutada por este motivo, con estas medidas Iturbide violaba el reglamento para juzgar rebeldes y se atribuía facultades que no le correspondían. Lo grave de esta situación fue que muchas mujeres se vieron recluidas durante años sin ser acusadas de nada y sin que se les formase causa alguna. La excusa para legitimar esta conducta no ajustada a derecho pudo estar en que, aunque hubo motivos militares que podían justificar la detención, dada la ayuda que muchas mujeres proporcionaban a los rebeldes, sólo se hizo referencia a su condición de “mujer” o familiar de insurgente, ya que, de habérselas reconocido alguna colaboración con los amotinados, se las tendría que haber juzgado por ello. El auditor de guerra, Ignacio García Rebollo, estudió el caso y, consciente de las irregularidades cometidas por Iturbide, escribió al virrey Juan Ruiz de Apodaca sobre el caso de tres de las afectadas, María Josefa de Paul, doña Juana Villaseñor y doña Josefa Sixtos, exponiendo todas sus reservas: “porque todo juez tiene obligación de contar con el cuerpo del delito para satisfacer a su Superior de la rectitud de sus procederes y el reo tiene derecho a saber porque crimen se le juzga y castiga”. Finalmente, estas mujeres fueron liberadas conforme al real indulto de 25 de enero de 1817.
Lo curioso es que este Iturbide es el mismo que decidió traicionar a la Corona para orquestar una independencia de México que le reservase el puesto de emperador. Ante su conducta como general realista cabe preguntarse que pensarían de la independencia todas aquellas insurgentes que estuvieron encerradas sin ser acusadas ni juzgadas de nada por orden de aquel que se presentaba ahora como el libertador de la patria.
Les dedico esta entrada a todos mis amigos abogados y en especial a mi hermano.

Paso del ejército trigarante encabezado por Iturbide bajo el arco triunfal construido en la ciudad de México para conmemorar la independencia.