La semana pasada estuve en Gerona durante la diada y pude observar como viven los catalanes este día. La sensación que me dio, al margen de argumentos a favor o en contra de que Cataluña sea una nación, es que la mayoría de sus ciudadanos así lo sienten, todos los edificios lucían colgadas de sus ventanas y balcones señeras catalanas y muchos llevaban en la parte trasera de sus coches pegatinas con el burro (símbolo que en la mitología hortera catalana viene a sustituir al toro español). A mi todas las discusiones sobre banderas me parecen una gilipollez y, como historiador, rechazo que la legitimidad de los estados se apoye en argumentos históricos, un hecho común que siempre conduce a la manipulación interesada del pasado, hoy en día es innegable que Cataluña tiene una lengua y una identidad cultural propias, si eso significa que son una nación y, de serlo, que deben formar un país independiente me parece una debate vacío y anacrónico. Por desgracia, los nacionalistas radicales en vez de utilizar la diada para reivindicar su derecho de autodeterminación pierden el tiempo provocando y faltando al respeto al resto de los españoles, lo que tiene el peligro de producir odio y resentimiento entre los pueblos. Yo creo que en el futuro no existirá un mundo justo mientras imperen los intereses particulares de las naciones y los estados. Hasta que no comprendamos que todos somos iguales no sentiremos realmente empatía por los demás.
Ire y el virrey en los Pirineos
Los señores de Carmona Montón agotados después de aguantarme durante 4 dias