09 febrero, 2008

UN MUNDO DE AUTÓMATAS

El culto occidental a la eficiencia y a la reducción de costos está llegando a unos límites que rozan con lo absurdo. El miércoles por la mañana fui a la administración de la seguridad social a conseguir un papel y la situación con la que me encontré me resultó absurda. Un residente marroquí había llegado a la oficina con la intención de conseguir su vida laboral, con un castellano deficiente había logrado entender con dificultad que ese trámite ya sólo se podía hacer por teléfono o por Internet, al llamar desde uno de los aparatos generosamente dispuestos por la administración comprobó, para su desgracia, que quien estaba al otro lado de la línea no era un ser humano sino una máquina, una máquina que no entendía de problemas de comunicación o de cultura, y que sólo se limitaba a pedir un dato de manera automática, como si tu también fueses una máquina. Este pobre marroquí, frustrado por no poder seguir las indicaciones, me pidió ayuda. Y yo, de pie junto al teléfono, engañando al contestador, contemplaba a unos metros de mí a los funcionarios sentados en sus asientos, con las miradas fijas en las pantallas de sus ordenadores, indiferentes. Entonces pensé que nuestra sociedad está deshumanizada, hemos sustituido el trato humano por la fría eficacia de los robots. Pero lo peor de todo es que esta tecnología nos aleja de la gente que nos rodea, mandamos callar a nuestra familia para escuchar la tele, nos ponemos a hablar por el móvil cuando estamos sentados tomando un café con otra persona, llevamos continuamente los oídos tapados por los auriculares para evitar que nos hablen. Somos islas en un mar de gente. Vemos como golpean a alguien en el metro y no intervenimos, leemos en el periódico que la gente se muere en el mundo por guerras o hambre y pasamos rápidamente a la sección de deportes. Cada día somos más egoístas y más individualistas. Hemos perdido el vínculo con lo que nos rodea, con el mundo, con el resto de personas, porque antes nuestras relaciones no se basaban sólo en las palabras sino en las miradas, en los gestos, en el tacto... En la era de la tecnología, la gente habla por el móvil y el Messenger, vive con prisas, consume masivamente antidepresivos y lee libros de autoayuda, se siente vacía y no encuentra sentido a las cosas. La religión ha dejado paso al nihilismo ¿Qué clase de mundo estamos creando? Las maquinas nos hacen la vida más fácil pero no pueden solucionarnos las grandes cuestiones de la vida, ese es el problema. No se puede vivir sin un sentido, necesitamos querer y que nos quieran, buscar la felicidad, conocernos a nosotros mismos. Pero tenemos el espíritu atrofiado de no usarlo y pasamos tanto tiempo tratando con máquinas que cada día nos parecemos más a ellas.

Habitación de un hotel (1931) por Edward Hopper, para mi este cuadro consigue transmitir soledad, per una soledad atrayente, la de la lectura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y uno se pregunta, ¿dónde cojones están los funcionarios cuando se les necesita? En un país plagado de funcionarios esa es una pregunta más que pertiente. ¡Qué país! Yo opino que los automatas y los robots no sirven ni para que te hagan una triste manuela.