21 septiembre, 2017

MI OPINIÓN SOBRE CATALUÑA, UNA MÁS



Me gustaría no oír hablar nunca más del “problema” catalán en todas sus variantes, ni la del machacón victimismo nacionalista ni la del arrogante autoritarismo español. Preferiría que las personas se preocupasen más por los problemas reales de las sociedades en las que les ha tocado vivir y menos por definir quirúrgicamente lo que nos une y lo que nos separa. Por desgracia, hoy no se habla de otra cosa que no sea de la que están liando en Cataluña los independentistas. Si tenemos en cuenta que eso era exactamente lo que ellos querían, se podría decir que ya han ganado, voten o no. Lo que falta es saber el tamaño de la victoria, si se quedarán con las poco novedosas fotografías de policías reprimiendo a manifestantes o si conseguirán la tan codiciada versión catalana de Tiananmen. A mí me resulta curioso que tanto fachas como independentistas radicales tengan sueños húmedos con tanques, en el primero de los casos, bombardean el palacio de la Generalitat, y en el segundo, ofrecen la posibilidad de sacrificarse como mártires de la patria catalana.
Ya he escrito muchas veces en este blog que, como persona de izquierdas que me considero, respeto todas las culturas pero no creo en las naciones y, por tanto, tampoco en los estados nación. No obstante, estoy de acuerdo con Thomas Hobbes en que el hombre es un lobo para el hombre y que es necesario un contrato social para que no nos acabemos matando unos a otros. También creo, como John Locke, en el derecho que tienen los hombres a rebelarse contra un gobierno injusto, el problema es qué consideramos injusto y cómo nos rebelamos. Sobre el tema de Cataluña, pienso que nunca deberíamos haber llegado a este punto de confrontación, la culpa es de las dos partes, que se han negado a dialogar y a llegar a acuerdos. Recuerdo que se supone que los políticos deberían estar para solucionar problemas, no para crearlos. Si no son capaces de hacer su función, es mejor no tenerlos.
Los solemnes argumentos que presentan unos y otros para defender sus respectivas causas me aburren o me indignan, depende del día. En primer lugar, como historiador me gustaría que se dejara a la historia en paz, si Cataluña tiene derecho o no a independizarse no tiene nada que ver con ella. Buscar motivos en el pasado para cualquier cosa que se quiera hacer en el presente, en un supuesto pasado que es convenientemente seleccionado, es una gilipollez. Piensa lo que quieras, pero deja a la historia en paz.
Sobre el supuesto derecho a decidir, pues suena muy bien y es muy difícil para alguien de izquierdas ponerse en contra. Lo que pasa es que, al margen del derecho nacional e internacional, a mi no me parece que sea algo unilateral. Se trata de un asunto con graves consecuencias que tiene que regularse para proteger a todos los afectados por la decisión. Por este motivo, yo soy de los partidarios de que se haga un referéndum en Cataluña, no me asusta la democracia y la respeto, aunque me parezca que las masas son fácilmente manipulables. Si la mayoría de los catalanes quieren tirarse a un pozo, que se tiren, si quieren ser más pobres culturalmente, que lo sean, es su decisión y hay que aceptarla, aunque no nos guste. Lo que pasa es que se tiene que decidir con garantías legales para todos, si no, es una farsa peligrosa que crispa a la gente y puede llevar a la violencia. El llamamiento a la desobediencia civil es un arma de doble filo que no se sabe donde puede parar.
Por otra parte, en mi opinión, PP y PSOE deben ser valientes y entender que las constituciones se pueden cambiar y los estados no son eternos. En España hay un problema político porque muchos españoles no quieren formar parte del Estado y eso no se pude negar, hay que hacer algo para resolver la situación. Si no se ofrecen cauces democráticos reales para los cambios o no se es sensible con los deseos de esa parte de la población, también se crea frustración y se anima a la violencia.
Por último, me asustan mucho las multitudes que enarbolan banderas al viento y cantan el himno perfectamente organizadas, me recuerdan demasiado a las concentraciones de masas del fascismo. Eso por no hablar del manido: o piensas como yo o eres un traidor. Al final, como dije, el Estado es un contrato social y basar un proyecto de convivencia en raíces nacionalistas no me parece algo admirable ni original. Yo creo que debe hacerse un referéndum legal y espero que los catalanes decidan quedarse, pero entiendo que la gente esté harta de la política española y se ilusione con ideas difusas de prosperidad. No obstante, viendo la irresponsabilidad con la que se están comportando los políticos independentistas, dudo que la república catalana vaya ser mucho mejor que la indeseada España. Aunque, por lo menos, ya no tendrán que pagarle sus vicios a los reyes.


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