12 octubre, 2008

EL DOCE DE OCTUBRE DE 1492.

Para un americanista como yo el doce de octubre es un día muy importante, se conmemora el encuentro entre dos mundos que hasta ese momento habían vivido completamente ajenos el uno del otro. Ya se que las consecuencias que se derivaron de este acontecimiento no siempre fueron las mejores, pero yo prefiero quedarme con este primer día, cuando aun no se sabía lo que vendría después y el grupo de aventureros castellanos que acompañaban a Colón miraban con asombro todas las cosas nuevas que les ofrecía aquella isla desconocida, su naturaleza exuberante, los animales exóticos y, por encima de todo, unos habitantes extraños y desnudos que les recibían de manera amistosa. Cien años después, la población autóctona de las antillas había prácticamente desaparecido pero, aquel doce de octubre de 1492, marineros e indígenas se miraban con curiosidad, tratando de integrar “al otro” dentro de sus limitados parámetros culturales. Este momento único en la historia que, en mi opinión, sólo podría equipararse desde la actualidad con el contacto con vida extraterrestre, quedó recogido en el diario de Colón, las notas que el almirante dejó describiendo el día en que tocaron tierra es uno de los documentos históricos más fascinantes que existen, aquí os recojo sus palabras, por favor leerlo entero, merece la pena:

Yo (dice Colón), porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando. Y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras. Los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que fallan. Y dellos se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las to-maban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hize señas que era aquello, y ellos me mostraron como allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla

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