05 enero, 2006

EL CAMINO Y EL CAMINANTE

Esta poesía la escribí hace unos años, al poco tiempo de imaginarla no la consideré lo suficientemente buena como para andar presumiendo de ella y la aparqué en un cajón inútil. Hubo muy pocas personas a las que me atreviera a leérsela, esto de desnudar el alma de una manera tan vulgar siempre da vergüenza, uno de aquel grupo selecto fue David, un compañero de la universidad, historiador sin vocación, lector infatigable y autodidacta, vividor y mujeriego por necesidad vital, buen amigo brutalmente sincero, amante de la buena gastronomía, que disfruta tanto de una buena cerveza como de un buen partido de fútbol, su opinión era importante para mi porque valoraba su criterio y su sinceridad, a el le pareció bien pero yo no me lo acabé de creer, hoy vuelve a ver la luz una de aquellas poesías que nacieron de una de las épocas más difíciles de mi vida:

Desde que tienes memoria
caminas por una senda
que no conoces,
innumerables peligros te acechan
emboscados en las sombras
pero, incomprensiblemente,
sigues avanzando.
Tus fuerzas van agotándose,
el hambre te gobierna
pero tu bolsa está vacía y
no encuentras nada en el camino
que te guste o calme,
continuas adelante, siempre adelante,
sin saber el motivo
¿Cuál será ese lugar?
Vuelves la vista atrás,
aquello ya lo conoces y
te sientes más seguro,
el resto que se abre ante ti
es una incógnita,
te intriga,
esperas encontrar alguna respuesta,
pero ésta no llega,
la angustia conquista tu ánimo
¿Qué explicación tiene todo aquello?
¿Por qué estás allí y no en otro lugar?
Gritas,
pero nadie te responde, buscas comida,
pero sigues sin encontrarla,
finalmente, ya no puedes seguir más,
te sientas, te tumbas y mueres,
mueres sólo y sin comprender,
tu cuerpo se descompone
Y, con el tiempo,
no queda ningún recuerdo de tu paso
por aquel anónimo camino.
Otro hombre,
comienza a andar
donde tu lo dejaste,
se hace preguntas
pero no hay respuestas.

1 comentario:

Gran Danés dijo...

Buk tiene una teoría. La felicidad y la tristeza son la misma cosa. El envés, el anverso. Al menos, ofrecen la misma posibilidad de sentirse vivo. De sentirse. Tan necesario es conocer el amor como haber sido abandonado alguna vez en la vida.
Hay gradaciones, claro. Y sucedáneos. Por lo tanto, si una vez fuiste tan desgraciado como para escribir algo tan sincero, ahora -a no ser que tu felicidad no sea como tú la crees-, deberías hacer lo mismo.