10 mayo, 2006

EL BAILE DE LAS ESTATUAS

Mi amigo Cuauhtémoc

Cada día que voy a la biblioteca de la AECI, una de las más importantes de Europa en lo que la bibliografía hispánica se refiere, me espera mi amigo Cuauhtémoc. Allí, en el corazón de España, ve pasar el tiempo un homenaje al mayor rival de Hernán Cortés, ese fundador (guste o no) del Estado mexicano moderno que no merece ni una estatua ni una calle en su país adoptivo. Pero, afortunadamente, España es diferente, aquí no sentimos escrúpulos en homenajear a este noble y digno guerrero, los nacionalismos periféricos han desplazado al español y una estatua de Cuauhtemoc se ve como un recuerdo tolerante de un “pasado vergonzoso”. Pero ¿y si fuera el Duque de Alba el que se alzase entre los libros? ¿Heriría sensibilidades históricas?. Algunos me dirán que Cuauhtemoc fue un guerrero que lo único que hizo fue luchar por su independencia, estoy de acuerdo, pero por qué no tiene el mismo reconocimiento Abd el-Krim, también él fue un luchador por su pueblo y también él fue responsable de miles de muertos españoles, quizás porque Abd el-Krim fue marroquí o quizás porque, como dice mi siempre citado Aznar, España lleva catorce siglos de guerra contra el islamismo. Los nacionalismos y la historia no son una buena mezcla, hasta las estatuas de Franco son historia, una historia que debemos recordar para no repetirla ¿Dónde acabarán las estatuas de Franco? Quien sabe, el estatut no dice nada al respecto, puede que en el rincón oscuro de nuestra memoria, donde no nos gusta mirar, o puede que en otro país. Al final, la estatua de una menina como la de Alcobendas, puede ser la opción más políticamente correcta

1 comentario:

Anónimo dijo...

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