31 agosto, 2006

LA VOZ HUMANA DEL PASADO

Este verano he podido acercarme a la que considero, sin lugar a dudas, mi fuente histórica favorita, la más interesante y apasionante con la que he tenido la suerte de trabajar. Se trata de las cartas de emigrantes a indias, epístolas escritas en el siglo XVI pero que, no obstante, pueden decirnos muchas cosas de cómo era la gente de entonces y como somos nosotros en la actualidad. Es una ventana al pasado, pero no una ventana fría y lejana sino una muy cercana que nos muestra los sentimientos de aquellas personas que un día las escribieron (que nos perdonen la intromisión). Al leerlas te das cuenta que hay temas como el amor, la amistad, las preocupaciones económicas o los problemas familiares que son universales y que siempre hemos tenido los seres humanos y que siempre tendremos. Tenemos el marido que echa de menos a su mujer y les escribe desde Nueva España para pedirle que vaya con él, él que se disculpa con su mujer porque ésta se ha enterado que tenía una manceba, el que manda dinero para ayudar a un hermano o el que sufre porque no tiene noticias de la gente a la que quiere. Yo quiero poneros dos ejemplos de lo rico de estos documentos, el primero creo que nos habla de nosotros mismos, hoy algunos se sienten “invadidos” por los “panchitos” que vienen buscando un futuro mejor para ellos y sus familias, pero olvidan que en el siglo XVI y XVII (el siglo de Alatriste, todo sea dicho de paso), eran los españoles los que iban a América, dejando una España empobrecida por la negligencia y la corrupción de su sociedad, en busca de poder cambiar su destino.

Pedro de Cantoval escribe a sus hijos, 15 de febrero de 1565.
“razón es que vengáis vosotros a esta tierra donde estoy, pues que esa a donde nacisteis no es para mas de para nacer y no para sustentar los hombres, y pues en estas partes tenéis principio para vivir, no seáis pusilánimes, sino que pues os lo mando lo hagáis y no otra cosa, aunque penséis morir”

El segundo fragmento creo que refleja muy bien los problemas, las angustias y los miedos de una época perdida en el tiempo.
Juana Bautista escribe desesperada a su hermana Mariana de Santillán, 18 de marzo de 1572.
“Muy deseada hermana.
Una suya [carta] recibí en la otra flota pasada, que en esta no he tenido ventura de recibir ninguna, aunque cuando la otra me dieron ya había un año que estaba en México, y la flota era ya ida hacía más de dos meses, y así no pude responder en ella, y por ella me escriben como se querían venir a esta tierra. Sabe mi Dios el contento que yo recibí pensando que ello fuera así, que cuando oí decir que la flota era venida envié luego a México un hombre que los buscare, y no he sabido parte de ellos, ni nadie me ha sabido dar razón, por lo cúal Dios sabe como está mi corazón, porque como en esa flota se perdieron tantos navíos estoy con muy gran pena, que no se si se quedaron allá, o si por mis pecados les haya acontecido algo por la mar, según soy desdicha, que era tanto el gozo que tenía pensando que vinieran, como me habían escrito, que no se lo se decir, y así todo se me volvió en un muy gran pesar, lo uno en no saber de ellos y lo otro en llevarme Dios en este tiempo un hijo que tenía de Macías, que era todo mi consuelo y mi descanso, mozo de mas de veinticinco o veintiséis años, que era todo el consuelo de su padre y mío”

Para más información: OTTE, Enrique, Cartas privadas de emigrantes a indias 1540-1616, Fondo de cultura Económica, México, 1993.

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