08 diciembre, 2009

UN ROJO EN ESTADOS UNIDOS

A mi Estados Unidos nunca fue un país que me llamara la atención especialmente, en primer lugar, por deformación profesional, yo me preguntaba ¿Qué interés puede tener una nación con tan solo dos siglos de historia? mientras que, por otro lado, mis prejuicios ideológicos me hacían despreciar un país que en mi mente aparecía como un nido de analfabetos, violentos, puritanos religiosos, ultraliberales y capitalistas. Sin embargo, después de pasearme unos días por “la tierra de las oportunidades” y cómo siempre sucede en estos casos, el conocimiento de la realidad me ha revelado los matices y las diferencias internas, dejando en evidencia lo absurdamente atrevida que era mi ignorancia. Es verdad que hay un gran número de analfabetos, violentos, puritanos, ultraliberales y capitalistas pero eso no es todo lo que hay ni esa es toda la verdad. Estados Unidos es un país muy grande y muy complejo.

El comienzo no fue muy esperanzador, yendo a Nueva Orleans pasé por Houston y al sentarme a esperar se puso delante de mí un yanki de no más de veinte años que llevaba una camiseta cuya traducción venía a ser algo así como “las armas no matan a la gente, a las personas las matamos nosotros”. Al traducir el lema de la camiseta (tuve que tirar de diccionario, imaginaros la escena) vinieron a mi mente todos mis fantasmas, me imaginaba a ese pendejo entrando en su escuela y cargándose a todos sus compañeros y profesores. No obstante, algo estaba empezando a parecerme diferente a la imagen que traía de Estados Unidos, en el aeropuerto internacional J. W. Bush (manda huevos el nombre) todos los carteles estaban en español y en inglés, al igual que todos los mensajes que se daban por megafonía iban en los dos idiomas, además, la mayoría de los empleados hablaban español, no sólo los de origen hispano sino también muchos de los anglosajones. Aquello me pareció grandioso, sobre todo si lo comparas con los pinches ingleses que tienen el dudoso honor de tener un aeropuerto internacional en el que el único idioma que se utiliza es el inglés y donde el personal de información (aun me sigue pareciendo increíble) sólo habla su propio idioma.

Al llegar a Nueva Orleans me estaba esperando desde hacía más de tres horas mi amigo Tino (le di mal la hora de llegada al pobre pero no me hizo ningún reproche). Gracias a él pude conocer dos cosas de Estados Unidos: como es la gente normal de allí y como viven los inmigrantes sin papeles mexicanos. Lo que más me llamó la atención fue lo plural que era la población de Nueva Orleans y algo que no me esperaba, por medio del trabajo de Tino pude saber que la mayoría de gasolineras de la ciudad pertenecen a iraquíes.

Como el negrero del jefe de Tino no le quiso dar los cuatro días que le había prometido me dispuse a acompañarle en el trabajo con la intención de hacer un análisis antropológico de la población autóctona. Me sentía como Apú en el badulaque y me encantó ver a los negros y negras, como hablaban (arrastrando las palabras), como vestían o que venían a comprar, pero también pude comprobar como la mayoría de los emigrantes de esa zona son de Honduras.

Una vez que acabamos de trabajar comenzó mi transformación, como todo rojo de palo me dejé llevar por la fiebre consumista. En mi defensa debo decir que todo estaba súper barato y además tenían de mi talla, cosa poco habitual. El saldo de mi enajenación mental fueron: 2 pares de zapatos, 2 pares de zapatillas, calcetines, unos levis, unos dokers, calzoncillos de marca pija, 3 camisetas, una camisa, un abrigo, una cazadora y una mochila para llevarlo todo. Pero mi inmersión en la cultura norteamericana fue más profunda, me llevaron a cenar al Hooters y no me cabe la menor duda de que si existe un paraíso cuando uno se muere sin lugar a dudas debe ser algo parecido a eso, alitas de pollo y mujeres despampanantes en pantaloncito corto y con escotes.

Por supuesto, en mi viaje no todo iban a ser compras y desayunos de hamburguesas (no me extraña que se pongan tan gordos con la dieta que llevan). Estaba en Nueva Orleans y, ya con Tino liberado, me disponía a disfrutar de la ciudad. La impresión no pudo ser mejor, Nueva Orleans simplemente me fascinó. No se si sería porque me llamó la atención ver un estilo colonial diferente al de México (la semana anterior había estado visitando Morelia, Guanajuato y San Miguel de Allende) pero la parte antigua me pareció de los lugares más hermosos que conozco, sus casas de estilo francés y sus calles son muy bellas. El paisaje lo completa el Missisipi, los tranvías y la línea de rascacielos del fondo. Nueva Orleans presume de su pasado francés pero la presencia española está por todas partes, hay una plaza de España y las calles del centro lucen placas con el nombre que tuvieron bajo el dominio español junto al escudo de Carlos III. Un lugar único.

Además, se trata de una ciudad que vive por y para la música, su avenida principal, Bourbon Street, está llena de bares con grupos que tocan música en directo, no solo Jazz sino del resto de estilos. El estar sentado con Tino en un bar de Nueva Orleans escuchando tocar en directo Jazz es uno de esos momentos especiales que suceden muy de vez en cuando y que no voy a olvidar en la vida. Luego comimos los bocadillos de gambas típicos de la ciudad, nos emborrachamos y vimos como las greengas locas nos enseñaban de manera altruista sus pechos.

He disfrutado tanto de este viaje que puede que inconscientemente perdiese el avión de vuelta a propósito, por desgracia salía otro tan solo 30 minutos después y ahí acabó mi aventura.

Gracias Tino.

NO SE POR QUÉ PERO NO ME DEJA SUBIR LAS FOTOS, MÁS ADELANTE PROMETO PONERLAS PARA QUE OS MURAIS DE ENVIDIA.



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