05 agosto, 2010

CRÓNICA DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Debajo de un soportal, entre agua y coches que pasan a toda velocidad, esperando a que el aguacero que cae sobre la ciudad de México me de un pequeño respiro y me permita alcanzar el metro, se me ocurre que es raro que no le haya escrito una crónica al DF después de todo el tiempo que llevo pasado en esta ciudad. Quizás este descuido se deba a que ya no me siento un extraño en México y he perdido la frescura que proporciona al escritor extranjero la novedad, toda crónica necesita de una mirada ajena que se sorprende y yo poco a poco me he mimetizado tanto con los mexicanos que lo que antes me llamaba la atención ahora lo veo con normalidad. Aun así, no puedo evitar comparar el DF con otras ciudades mexicanas como Guadalajara o con mi querida Lisboa y las diferencias salen a flote como corchos en el mar. En primer lugar, debo recordar las palabras que me dijo hace un año mi amiga Izaskun, una vasca risueña y decidida que siempre cuenta cosas interesantes, algo así como que el df era la ciudad más dura para vivir que conocía, en aquel momento no entendí muy bien aquel juicio pero con el tiempo doy fe de que comparto esta opinión al cien por cien.
La ciudad de México es una urbe enorme de 21 millones de habitantes, donde las distancias y el tráfico convierten en un martirio cualquier desplazamiento, lo que al final conlleva que los amigos o familiares no se vean tanto como les gustaría por la pereza que les da moverse. Además, a pesar de que a mi el centro histórico me parece muy bonito y de que existen algunas islas verdes en el paisaje de la ciudad como Chapultepec, en general el paisaje urbano es muy agresivo, con asfalto y ladrillos por todas partes, carreteras de dos alturas como el periférico, aceras por las que apenas tienes espacio para caminar por los numerosos puestos irregulares con venta de piratería o cachivaches de todo tipo, o calles por las que nunca se puede cruzar porque ningún coche respeta la prioridad de los peatones.
Yo voy todos los días al Archivo General de la Nación, una antigua cárcel reinsertada a la sociedad, y tardo una hora en llegar. El transporte público del df funciona bien pero contribuye a la sensación general de que te encuentras en una ciudad difícil, normalmente siempre va lleno y tienes que ir apretado, luchando por un pequeño espacio, lo cual se agrava en la época de lluvias donde se convierte en agobiante, además existen autobuses y vagones del metro exclusivos para mujeres porque algunos desaprensivo aprovechan las estrecheces para meter mano, lo cual demuestra que el mundo está muy mal repartido porque a mi aun no me han tocado el culo a pesar de mi buena disposición. De todas formas, lo bueno es que nunca te aburres porque cada cinco minutos entra alguien en el vagón a intentar venderte algo, en algunos casos llevan equipos de música en una mochila colgada en sus espaldas y ponen la música tan alta que no puedes hacer otra cosa que fijar tu atención en ellos, puro marketing mexicano.
Cuando viajo, me gusta observar a la cara de la gente en el metro o los peseros (microbuses atestados de gente y en los que no entro de pie), allí va el México humilde, el de la emigración campo ciudad, el verdaderamente mestizo, mientras que en las furgonetas y coches de gran cilindrada que ves por la calle, abundan los rostros claros de la gente más acomodada y que suele evitar el transporte público por principio.
Pero lo sorprendente del DF, el milagro de este lugar, es como a pesar de lo duro y estresante que puede parecer vivir en esta ciudad, la gente conserva un excelente sentido del humor, es amable, educada y, por lo general, muy tranquila. Los tapatios siempre acusan al df de ser una ciudad de rateros, y es verdad que puede resultar muy peligroso y el novato debe andarse con cuidado, pero esta es una afirmación tremendamente injusta, la mayoría de los chilangos son gente muy trabajadora y honrada, pero como siempre digo, el uno por ciento de cabrones del df, con tanta gente, es un montón de cabrones. Por lo demás, la ciudad de México tiene algunos rincones increibles y conserva todas las cosas buenas de cualquier capital del mundo, con una oferta cultural difícil de igualar, y las mejores de México, los tianguis, la comida, el tequila...
No se, después de todo, yo le tengo mucho cariño al Df y a los chilangos, y es que, en mi opinión, a esta ciudad no se la quiere con los sentidos sino con el corazón.



Lo mejor del DF, los chilangos




No hay comentarios: