13 junio, 2014

TENEMOS UNA OPORTUNIDAD


Tengo la sensación de que estamos viviendo un momento histórico, que mi generación se encuentra ante la oportunidad de elegir entre seguir por un camino que nos lleve al abismo o cambiar las cosas.
Cuando hablas con las personas en la calle, da igual su edad, su nivel cultural o de renta, todos están hartos de los políticos. Vivimos controlados por una aristocracia de gente sin preparación ni capacidad para gestionar los recursos del país, cuyos méritos consisten en saber moverse en las aguas del nepotismo y de los favores. Que están más preocupados por devorarse unos a otros por un pedazo de poder que por solucionar los problemas reales de los ciudadanos. Y por si todo eso fuera poco, su falta de sentido cívico hace que una gran parte sean corruptos, que es el peor tipo de ladrón que se puede llegar a ser. Ante esta situación, la gente corriente, la que no gana millones ni ve protegidos sus privilegios por el partido en el gobierno, se va desconectando cada vez más del sistema. Cada nueva elección observa que los políticos prometen cosas que luego no cumplen al llegar al poder, que se preocupan más por “los mercados” que por las personas, y no se sienten representados. No hay división de poderes, los ricos tienen leyes hechas a su medida y sólo se condena a los pobres, y cuando algún poderoso es juzgado, se le indulta y todo solucionado. La democracia es una farsa y está controlada por los partidos políticos, es tan poco democrática que los ciudadanos no tienen ningún poder real para cambiar las cosas.
En España hay mucha gente sin empleo y muchos de los que lo tienen han visto empeorar sus condiciones de trabajo y sus sueldos. La crisis provocada por el descontrol financiero y los bancos ha servido de excusa para recortar en gasto social, en educación y en salud. El Estado, que debería garantizar a las personas unos derechos mínimos que les permitan desarrollarse como individuos y la igualdad de oportunidades, ejerce de defensor de los privilegiados y de policía. ¿Por qué iba uno a aceptar tener obligaciones si no gana nada a cambio?
La gente ha salido a la calle, pero no ha servido para nada, los políticos viven de espaldas a la sociedad. Ya casi nadie cree en las revoluciones y los poderosos aprendieron que mientras las personas tienen el agua sólo hasta el cuello no se rebelan. Mantienen justo ahí el nivel, a sabiendas de que si lo dejaran subir un poco más la gente no tendría nada que perder, y entonces la desesperación les empujaría a cambiar las cosas. Pero ya hay ciudadanos que se están ahogando y otros que son conscientes de su situación, ahí está la esperanza, en que despierten, en que se movilicen y en que luchen.
Debemos acabar con este sistema corrompido, sí, pero ¿y luego qué? No basta con cambiar a las personas, hay que construir una nueva democracia. Para mi aquí se complica la cosa, tengo claro que no quiero otro sistema controlado por partidos políticos, pero tampoco creo que la mayoría siempre tenga que decidir lo que se debe hacer, a veces la mayoría puede estar equivocada. Por un lado, no tengo miedo a que la gente exprese su voluntad, si quiere partir España o formar una república, que decida. No obstante, también soy consciente del poder que en el siglo XXI tienen los medios de comunicación para moldear la opinión pública, por lo que en realidad, nunca se puede tener una elección realmente limpia. Evidentemente, no es posible descubrir en un pequeño artículo las claves de un sistema político perfecto, o por lo menos de uno no tan imperfecto. Creo que se debe abrir un proceso constituyente sin límites de ningún tipo y se debe escuchar la opinión de los expertos (juristas, filósofos, economistas, historiadores, politólogo, sociólogos, etc.). Que ciudadanos comprometidos recuperen el protagonismo y retomen el control de sus vidas, de su destino. Y el que no quiera el peso de esa responsabilidad, que se vaya voluntariamente a una dictadura o que renuncie a sus derechos.

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