Desde que me doctoré en historia
en 2008 he tenido suerte, no he dejado de trabajar a pesar de la crisis y las
dificultades propias de mi oficio. Durante estos casi 6 años he pasado por
México, Perú, Portugal y Brasil, pero desgraciadamente nunca he tenido una
oportunidad de ejercer mi profesión en España. Yo estudié en la universidad
pública, por lo que tengo que agradecer al Estado español que pusiese a mí
disposición los medios necesarios para que pudiese formarme. No obstante, la
falta de interés de nuestros políticos por invertir en educación e
investigación, los recortes derivados de las políticas suicidas de austeridad, y
el nepotismo universitario, me han alejado de España. Me encantaría volver
algún día pero, por mucho que mejore mi currículo, no soy muy optimista.
¿Cómo es la vida de un emigrante
económico? Supongo que existen muchos casos y situaciones, por lo que no
pretendo generalizar. Yo solo puedo contar la mía, que no tiene nada de
especial pero que, precisamente por eso, es posible que explique cómo es el
cotidiano de un joven emigrado. Tengo 36 años y desde los 24 he vivido en
Madrid, Guadalajara (México), México DF, Lisboa (Portugal), Lima (Perú),
Sevilla y Goiânia (Brasil). En cada uno de estos lugares he encontrado gente
buena y he dejado grandes amigos, he aprendido sobre otras culturas y he abierto
mi mente, sin lugar a dudas han sido unas experiencias muy enriquecedoras que
me han ayudado a crecer como persona, por lo que no lo interpreto como algo
negativo.
Supongo que la manera en que
lidia cada uno con el nomadismo depende de su personalidad, en mi caso tengo
facilidad para adaptarme a cada lugar e integrarme rápidamente. Sin embargo, aunque
tengo la suerte de que mi mujer me acompaña, no dejo de echar de menos a mi
familia y a los viejos amigos. Paradójicamente, a pesar de que considero que no
tendría dificultades en vivir en casi cualquier ciudad del mundo, soy muy
apegado a mis orígenes. Que nadie me malinterprete, cuando hablo de orígenes no
me refiero a banderas. Como dijo Pío Baroja: “El carlismo se cura leyendo y el
nacionalismo, viajando”. Para mí, los orígenes son las personas que quiero y
algunos lugares que enmarcaron mis primeras décadas de vida. A veces es
importante sentir que formas parte de algo un poco mayor, que estás conectado
con lo que está a tu alrededor, aunque claro, eso también puede suceder en
algún sitio diferente al que naciste y con personas que encontraste de adulto.
El problema que siempre tuvo para mí el nomadismo es que en cada ciudad conocí
gente nueva con la que poco a poco fui creando relaciones afectivas y a las que
luego me dio pena dejar atrás. Ya sé que la vida contemporánea es así, que la
globalización hace que las personas se mueven constantemente y que gracias a la
tecnología pueden estar en contacto constantemente, pero las cosas no son tan
sencillas. Llegar a cada ciudad y empezar de cero una y otra vez, resulta
emocionalmente agotador y a mí lo que me apetecía es estabilidad. Saber que
puedo formar una familia y que las personas con las que trato
no son aves de paso (bueno, en realidad el ave de paso sería yo). También
necesitaba huir de la precariedad laboral que me hacía ir de un lugar a otro y
encontrar una tranquilidad económica que me permitiese planificar mi vida a
largo plazo. Fue así como llegué a Brasil.
Como la mayoría de emigrantes
españoles que conozco, me siento muy agradecido a mi país de acogida. Me han
ofrecido un contrato de trabajo a largo plazo en la universidad, con un sueldo
razonable y muchas oportunidades de desarrollarme profesionalmente. Me siento reconocido por mis colegas y feliz
de tener esta oportunidad. Además, los brasileños me han recibido con los
brazos abiertos y me han ofrecido generosamente su amistad. Siendo esto así, no
se puede decir que viva un drama social sino todo lo contrario. No obstante,
quiero dejar claro a los políticos españoles que no me fui porque quisiera y
que vivir fuera tiene un precio, ese que pagas cuando tu abuela, tu madre o tu
hermano te necesitan y no puedes estar a su lado, por ejemplo.
Puede que Goiânia no sea la
ciudad en la que pase el resto de mi vida, no tengo ni idea, pero por el
momento no me apetece seguir cambiando de lugar. Esta es sólo la historia de
uno de tantos jóvenes españoles del siglo XXI, pero leyendo las cartas de los
que emigraron desde España a América después de la conquista me vienen a la
cabeza las cosas que tenemos en común. El 15 de febrero de 1565, Pedro de Cantoval escribía desde México una carta dirigida a
sus hijos en Aguilar de Campo, animándoles a dejar España y viajar a América:
“Razón es que vengáis
vosotros a esta tierra donde estoy, pues que esa a donde nacisteis no es para
mas de para nacer y no para sustentar los hombres, y pues en estas partes
teneis principio para vivir, no seáis pusilánimes, sino que pues os lo mando lo hagáis y no otra cosa, aunque penséis morir” (Enrique Otte, Cartas privadas de emigrantes a indias
1540-1616, Fondo de cultura Económica, México, 1993, p. 48).
Os deseo desde Brasil una Feliz Navidad a todos.
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