18 marzo, 2006

NO SOMOS DUEÑOS NI DE NUESTRA VIDA NI DE NUESTRO MUNDO

En los últimos años vivimos una época de restricciones a la libertad individual, un afán legislador que afecta a todas las facetas de la vida de los individuos. Se estrecha nuestro ámbito de decisiones y nuestra libertad, pero lo hace de una manera muy inteligente, de forma progresiva y acompañada de una campaña mediática justificadora. El Estado es la nueva religión del siglo XXI, nos dice lo que está bien y lo que está mal y lo hace de forma absoluta, no hay forma de contradecirle. Te dice donde puedes fumar y donde no, donde puedes beber y donde no, donde puedes aparcar y donde no, donde puedes vivir y donde no, donde puedes vender y donde no, como puedes morirte y como no, la calle ya no nos pertenece: hemos llegado a un mundo tan absurdo donde si pones una tienda de campaña en una playa o en la Pedriza, te multan, si te tomas una cerveza sentado con unos amigos en el parque, te multan, si aparcas en la casa de tus padres y te quedas más de dos horas, te multan, si te estás meando y no te aguantas y no puedes más que desahogarte en un árbol, te multan, si te pones a vender los tomates que has cultivado en tu pequeño jardín en un banco de la calle y no tienes licencia, te multan. Yo se lo que uno de estos amantes de la legislación me respondería, que vivimos en una sociedad en la que necesitamos unas leyes de convivencia, que si todos hacemos lo que queremos el mundo se va a la mierda, y que la libertad de uno termina donde empieza la del otro. Estoy de acuerdo en parte, es cierto que necesitamos una serie de leyes que nos ayuden en la convivencia pero el problema es que el órgano promotor de estas leyes nos considera como menores de edad, idiotas, a los que hay que decir lo que se puede y que no se puede hacer. A mi no me apetece drogarme pero estoy a favor de la legalización de las drogas porque quiero ser yo el que decida por mi mismo lo que hacer con mi cuerpo y el que, a través de una actitud responsable, llegue a la decisión de no drogarme, o ¿deja de haber drogas porque estén prohibidas? O ¿deja de existir la prostitución porque no esté legalizada?. El estado y los que hacen las leyes deberían de pensar que la base de una buena convivencia no se encuentra en prohibir todo lo que no les parece bien sino en hacer una buena educación desde la infancia, que cree ciudadanos responsables capaces de decidir bien entre las diversas opciones. Sócrates dijo que no existen buenas y malas personas sino aquellas que no saben distinguir entre el bien y el mal. Pero para el estado es más fácil multarnos a invertir en educación, es más barato y además se recauda más.
Tengo enormes dudas sobre el funcionamiento de nuestra sociedad, ¿qué pasa si de repente se aprueba una ley injusta (desafortunadamente tenemos muchos ejemplos en nuestra sociedad)? ¿Tenemos la obligación de respetar una norma que va contra los intereses de la mayoría? Sócrates fue condenado a muerte de manera injusta y decidió acatar la condena, y no huir como le pidieron sus amigos, por respeto hacia las leyes de su polis y por civismo. ¿Debemos convertirnos todos en mártires o tenemos el derecho a no cumplir una ley arbitraria? En la América colonial pasó una cosa parecida, el gobierno de la metrópolis estaba muy lejos de los problemas específicos de las colonias y lanzaba leyes que debían aplicarse de la misma forma en Castilla que en la Tierra de Fuego, los funcionarios reales del Nuevo Mundo resolvieron este problema con una fórmula muy sencilla “se acata pero no se cumple”, se respeta la decisión del rey pero éste no está bien informado de la situación de sus colonias así que allí no se aplica esa ley. Este es un buen ejemplo de que la casuística siempre será más justa que las normas generales, no es lo mismo un macrobotellón que cuatro amigos en un parque tomándose una cerveza. Además, las leyes son construcciones culturales que cambian con los años, en algunos países sigue siendo delito la homosexualidad, y que deben procurar tratar cuestiones relativas a la convivencia y mantenerse al margen de la vida personal de los individuos. Debemos tener en cuenta que las normas no son verdades absolutas, que los legisladores no son infalibles y, lo que es más grave, no debemos permitir que nuestra libertad sea sacrificada en el altar del control y la seguridad, encadenada por el miedo y fiscalizada por los gurús de la política
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Si pinchais encima de la viñeta se ve mas grande

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