19 mayo, 2006

EL PERDEDOR CUERDO

Son las ocho de la mañana, su madre ha madrugado para prepararle el desayuno, Oscar, serio, mira fijamente el fondo de la taza -que patético soy, treinta años y viviendo con mis padres, nunca saldré de aquí-. Se levanta y se despide de su madre, hoy no irá a trabajar, ni hoy ni mañana –estoy harto, decepcionado-, tiene otra idea en mente, algo que lleva pensando desde hace tiempo. Camina hacia la estación de cercanías –treinta años y con el abono transportes, debería darme vergüenza: 700 euros al mes y quieres ser el rey del mundo-. Espera pacientemente a que el tren efectúe su entrada, sube y se sienta. Lleva cuatro euros en un bolsillo y en el otro un paquete de tabaco –me apetece fumar un cigarro pero no me atrevo, podría pasar un revisor y echarme la bronca-. Pasan las paradas, la gente a su alrededor lee la prensa gratuita, nadie se mira y procuran no tocarse –no somos personas viajando juntas, mas bien vamos yuxtapuestas unas al lado de las otras-. El tren se para durante unos segundos en medio de una vía, entre la oscuridad, con el hilo musical de fondo – Dios, que ganas de fumar que tengo, primero te dicen que está bien y luego que te mata, que se vayan todos al demonio-. El tren reanuda su marcha y avanza hasta Cantoblanco Universidad. Oscar se baja y camina entre la multitud hacia la facultad de derecho de la Autónoma, el camino está rodeado de un césped que aspira a ser verde y unos árboles jóvenes -cuantas veces habré hecho este mismo recorrido cuando estudiaba aquí, para que me sirvieron aquellos años en la universidad, tengo un título que no sirve para nada, trabajo como un negro como vendedor en un centro comercial de pijos y gano una mierda-. Oscar pasa al lado del rectorado, por un momento interrumpe su paso, se queda contemplando el Mercedes del que baja el engominado vicerector –que envidia me da ese cabrón, yo también quiero ser un triunfador, estar forrado, tener un cochazo y follarme a la secretaria-. Retoma la lenta marcha hacia la facultad de derecho, hoy hay más gente de la normal –me siento como una hormiga en una larga fila hacia el hormiguero-. Llega al edificio y en la entrada ve a una hermosa estudiante, pelo rubio teñido, jersey de cuello en punta, vaqueros ceñidos y botas marrones - ¿a quién quiero engañar? Ella nunca se fijará en mí, soy gordo, feo y bajito, y ella una pija que le gusta el tipo Brad Pitt - se golpea la frente -soy un estúpido baboso-.
Oscar entra en el salón de actos, varios guardias de seguridad están vigilando en la entrada y otros tantos miran las bolsas de los asistentes, a Oscar nadie le detiene ni le revisa, su rostro dibuja una medio sonrisa –que triste, soy tan insignificante que nadie se fija en mi, supongo que si uno no tiene cara de talibán o de vasco cabreado puede pasar inadvertido los controles de seguridad-. La gente aplaude, la conferencia comienza, Oscar espera, se lo piensa, disfruta de su primer y único momento de poder a lo largo de toda su vida, se levanta y dispara tres balazos sobre la cabeza del presidente del gobierno.
Cuando todo ha terminado, su abogado le pregunta por qué lo hizo, Oscar responde:
-Había tocado fondo, así que pensé en volarme la cabeza o volársela al cabrón que afirmaba que el sueldo medio del español era de 1600 euros y que “prometía” solucionar el problema de la vivienda, me pareció mejor la segunda opción.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder tronco!, menudas movidas escribes, ten cuidao que enti mierda de blog entra mucho friki zumbao, y les puedes dar ideas mu malas.
Angelina te quiero!

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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