25 agosto, 2007

MI VIAJE AL SUR 2

Chiapas es un sitio especial, la primera vez que estuve me sorprendió porque para mi era un lugar diferente a todo lo que había visto, San Cristóbal de las Casas y los pueblos de alrededor me transmitieron la sensación de que me había transportado en el tiempo a un pasado colonial donde la república de los españoles y la república de los indígenas (como se denominaban en la época) aun convivían separadas, y donde el sincretismo cultural y religioso conformaban un mundo sorprendentemente original, a mitad de camino entre las supersticiones de ambos lados del atlántico. En esta ocasión, la ciudad me pareció igual de hermosa que la primera vez que la vi, pero encontré un lado comercial y turístico que va transformándola de manera vertiginosa en una atracción para extranjeros que no me gustó nada. Sin embargo, Chiapas es mucho más que mi querida San Cristóbal de la Casas, y esta vez pude dejar a un lado mi pasión por Palenque para descubrir y disfrutar de su belleza natural. El cañón del sumidero, todas sus impresionantes cascadas y lagos, o el rugido de los monos aulladores surgiendo desde las profundidades de la selva, te estremecen de una manera diferente a lo que consigue hacerlo un yacimiento arqueológico importante: la recuperación del pasado te hace sentir formando parte de la línea continua de pequeñas vidas que configuran la historia, enciende la curiosidad por los que vinieron antes que tu, te hace reparar en el peso del transcurrir del tiempo y lo fugaz de la existencia; la magnificencia de la naturaleza americana, por su parte, te pone en contacto con el mundo que te rodea, con la hermosura que nace de lo auténtico. Pero lo sorprendente fue que, al ver aquel paisaje, en cierta forma, me sentí mal conmigo mismo porque tuve la sensación de que el mundo en el que me muevo había renunciado a algo, a algo maravilloso, por un artificio de modernidad que no es más que un niño desnaturalizado que nos aliena y desorienta. Afortunadamente me autoconvencí rápidamente de que aquella era una visión romántica e idealizada de la naturaleza, aquella que anhela una forma de vida en armonía con lo que nos rodea, que desea un desarrollo sostenible, y traté de enumerar uno por uno todos los inventos y avances científicos que hacen nuestra vida más fácil y cómoda, justifiqué mi mundo y respiré tranquilo. A mi lado, mientras me dirigía a Guatemala y una vez que pasé la frontera, podía observar a los campesinos indígenas, sus casas, sus tiendas, sus canchas de baloncesto, sus animales y hasta sus baños, y me preguntaba como serían sus vidas, mientras reflexionaba sobre la mía. Aquel fue el mejor regalo que me dejaron Chiapas y Guatemala, el plantearme dudas y el hacerme cuestionar certidumbres, nadie elige donde nace pero si puede elegir cuales son los valores que dirigen su vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jodeeeeeeeeer! que tío más pesao, la cantidad de paridas que se pueden escribir en par de párrafos. Para los que no fuisteis al viaje comentaros que todas estas paridas seguramente se le ocurrían por las noches, pq nuestra querida Almendrich le tenía a pan y agua, y claro el chaval tenía mucho tiempo para divagar sobre todos estos temas.

Anónimo dijo...

si. es insufrible la historia, y lo peor es que ni una puta foto!!!

Queremos ver fotos de mexico y principalmente de la churri del malagueño...