16 junio, 2008

YA LO DECÍA SCHOPENHAUER

Schopenhauer es un filósofo muy interesante, a pesar de que muchos han señalado (el mismo autor también lo hizo) las similitudes de su discurso con el budismo, yo creo que existen profundas diferencias, es cierto que ambos coinciden en señalar que el mundo está lleno de sufrimiento y que los deseos nos introducen en un círculo vicioso de insatisfacción, sin embargo, la visión del filosofo alemán sobre la vida, en general, y el ser humano, en particular, son mucho más negativas. Además, el budismo, como toda religión que se precie, es mucho más optimista, no apuesta por un individualismo nihilista y estoico sino por una ética que conduzca hacia la iluminación. No obstante, Schopenhauer, quizás empujado por un principio tan budista como la compasión, no se resigna a pasar por la vida sufriendo y da sus propias recetas para evitar este mal intrínseco a la existencia. Yo no comparto algunas de sus reflexiones pero otras, como la que os pongo a continuación, me recuerdan algunos errores que he cometido en el pasado y me parecen de una gran lucidez:

“Se podría decir que buena parte de la sabiduría de la vida se basa en la justa proporción entre la atención que prestamos en parte al presente y en parte al futuro para que la una no pueda estropear a la otra. Muchos viven demasiado en el presente (los imprudentes), otros demasiado en el futuro (los miedosos y preocupados), raras veces alguien mantendrá la medida justa. Quienes sólo viven en el futuro con sus ambiciones, que siempre miran hacia delante y corren impacientes al encuentro de las cosas venideras cómo si sólo estas pudieran traer la verdadera felicidad, y dejan que, mientras tanto, el presente pase de largo sin dificultarlo ni prestarle atención, estas personas se parecen al asno italiano de Tischbein, con su fajo de heno atado con una cuerda delante de él para acelerar su paso. Siempre viven sólo ad interim, hasta que mueren. La tranquilidad del presente sólo la pueden molestar aquellos males que son seguros y cuyo momento de producirse es igualmente seguro. Pero hay muy pocos que sean así, porque o bien son males sólo posibles o en todo caso probables, o bien son seguros pero el momento de su acaecimiento es del todo incierto, como por ejemplo, la muerte. Si nos entregamos a estos dos tipos de malestar, no nos quedará ni un instante de tranquilidad. Para no perder la serenidad de toda nuestra vida ante males inciertos o indefinidos, debemos acostumbrarnos a ver los primeros como si nunca llegaran y a los segundos como si con seguridad no acaecerían en el momento actual”
(Arthur Schopenhauer)

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